Que la política es, en muchas ocasiones, como un equipo de fútbol donde cada jugada debe estar casi tan sincronizada como un ballet lo entiende todo el mundo.

Quienes llevamos comentando procesos electorales veinte años sabemos que la clave para ganar, lo mismo San Telmo que un partido, está en tener un buen entrenador que sepa escoger a los mejores jugadores para salir al campo y dar la cara por unas siglas, por un escudo.

Lo cual que, quienes pensábamos que las elecciones que Juanma Moreno Bonilla convocará esta misma semana iban a ser como una final Madrid-Barcelona entre el PP del actual Presidente y el PSOE de Juan Espadas, ya nos hemos percatado de que no; de que nos lo han cambiado por un partidillo clasificatorio de Copa del Rey entre el Real Madrid (léase Moreno Bonilla) y el Alcoyano de Espadas. Y así la cosa queda mucho más aburrida, hasta para quien va a ganar por goleada.

Porque el primer error de Espadas en esta nueva etapa del PSOE está en que le falta la mano izquierda de Pepe Entrena, la sonrisa de Paco Cuenca o el carisma, por ejemplo, de las dos mujeres que han sido electoralmente primordiales para el socialismo granadí en las últimas décadas: María José Sánchez Rubio y Teresa Jiménez. Ambas se han auto-descartado para ir en la lista por Granada y esa decisión apriorística dice más de lo que parece. Imagino que lo hacen antes de que las retiren desde Sevilla en este calentamiento que implica el proceso abierto donde los militantes proponen y los espadistas disponen. Siempre, claro, con permiso de Ferraz.

En estos meses transcurridos desde el traspaso de poderes entre Susana y Espadas, el que fuera alcalde de Sevilla no ha hecho lo suficiente para construirse un aura de fortaleza, de auténtico liderazgo. De talante y talento para sumar a todos, a quienes lo auparon a la Secretaría General y a quienes no. La demostración patente es que ha permitido hacer limpieza a sus huestes en todas las provincias eliminando del once inicial a los históricos que no le han hecho el rendez- vous como esperaba. Ha dado igual la lealtad a las siglas o el prestigio ganado a base de esfuerzo. Los gestos previos han sido muy evidentes, quitando competencias en el parlamento a quienes no le apoyaron en junio.

Una esperaba que alguien que conoce bien la fontanería socialista intuyera lo peligroso que resultaba no coser bien las heridas después del cisma entre espadistas y susanistas; pero los hechos demuestran que nunca fue esa la voluntad de Espadas. En Granada debió haber persuadido a Sánchez Rubio y a Jiménez (qué buenas vasallas si hubiese buen señor, como dice el ‘Poema de Mío Cid’) para que aguantaran otra legislatura y le sumasen unos apoyos que se le escapan como agua en cesto de mimbre. Imagino que ni se ha molestado en llamarlas. Natural; ya decía Andreotti que la vida se divide entre amigos, enemigos y compañeros de partido. Pero lo más grave, lo que parece no haber asumido Espadas, es que su posición es muy frágil con el ascenso añadido de los radicalismos; y eso puede acarrearle consecuencias nefastas. Seguramente entonces, ya tarde, entienda que, teniendo a Benzema, no se le puede dejar en el banquillo cuando uno va perdiendo cinco a dos y no tiene prórroga.


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