25 noviembre 2024

Los jóvenes entre 12 y 18 años atraviesan un período de grandes cambios y transformaciones físicas y psicológicas. En este post te explico la psicología del adolescente y 5 consejos básicos para saber relacionarte con ellos adecuadamente.

Durante la dolescencia se encuentran en un período de transformación, de transición de la niñez a la edad adulta. Desarrollan una serie de cambios físicos, psicológicos, congestivos y emocionales drásticos, y cambiarán sus prioridades y su conducta.

Durante esta etapa, el adolescente tiende a mostrarse más rebelde e independiente que en la niñez, en una búsqueda de su identidad personal. En este proceso se pasa de la dependencia parental a la independencia, y se irá definiendo poco a poco sus relaciones sociales y sentimentales, pues el desarrollo sexual y la pubertad influirán en su conducta.

Cómo funciona la mente del adolescente

Los adolescentes suponen un desafío para los adultos. Es difícil de entender y de conectar con un hijo adolescente, especialmente cuando de la noche a la mañana percibes cambios en su actitud que nunca habías visto de niño. Algunas de las características más habituales en sus cambios de actitud son, la propensión a:

  • Ser más impulsivos
  • Malinterpretar las emociones y las señales sociales
  • Tener más confrontaciones o peleas
  • Tomar decisiones peligrosas

Desarrollo Cognitivo

Además del desarrollo físico, la adolescencia trae consigo nuevas formas de pensar. A medida que los adolescentes se desarrollan cognitivamente, adquieren la capacidad de pensar de forma abstracta. La imaginación y el razonamiento complejo se desarrollan exponencialmente durante esta fase.

Debido a ello, los adolescentes adquieren la capacidad de comprender conceptos abstractos que se encuentran en las matemáticas avanzadas y comienzan a pensar más en ideas como la espiritualidad y el amor. El pensamiento abstracto también hace que los jóvenes sean más arriesgados, porque se sienten invencibles al daño.

A medida que maduran, afortunadamente mejoran sus habilidades de razonamiento. Desarrollan la capacidad de juzgar las cosas por sí mismos, y de pensar en las posibles consecuencias de una acción por adelantado. Este desarrollo cognitivo no ocurre en un instante.

Durante la adolescencia temprana, los adolescentes utilizan principalmente su razonamiento abstracto para las tareas escolares y en casa. Comienzan a eligir sus propios objetivos. Ven las consecuencias a corto plazo, pero no siempre pueden prever el largo plazo.

En la adolescencia media, su pensamiento se vuelve más complejo. Reflexionan más sobre su futuro, pero les cuesta aplicar esos pensamientos a su proceso de toma de decisiones. También cuestionan más las cosas.

En las fases últimas de la adolescencia, comienzan a pensar más allá de sí mismos, de una manera nueva. Piensan más en lo que está sucediendo en el mundo y en los grandes desafíos de la sociedad. También se preocupan por las opciones profesionales y por lo que deben hacer cuando se independicen.

Desarrollo Emocional

Durante esta época de cambios, los adolescentes buscan el apoyo emocional en sus amigos. Comienzan a tener más conflictos con sus padres hasta el final de la adolescencia, momento en el que tienden a recuperar la cercanía de nuevo.

Se acercan más a los amigos del mismo sexo, ya que experimentan muchas emociones diferentes y se vuelven más independientes de sus padres. Es normal que en esta época los adolescentes quieran y necesiten privacidad.

Les preocupa su aspecto físico y pueden desarrollar complejos y problemas relacionados con su apariencia. A medida que llegan a la adolescencia tardía, es probable que se sientan más seguros de sí mismos y de sus creencias.

Es posible que busquen experiencias sensoriales y que se exciten sexualmente con facilidad. Durante la adolescencia tardía, comienzan a tener un mejor control sobre sus emociones. Gran parte de la psicología de los adolescentes se ocupa de enseñarles a controlar sus emociones.

Desarrollo moral

Los adolescentes, durante esta fase, también desarrollan su sentido de la moralidad. Están en transición de la etapa de desarrollo de la autoridad y el orden social, en la que se centraban en reglas fijas hacia el desarrollo de los contratos y relaciones sociales.

Se preocupan por hacer lo que es mutuamente beneficioso y hacer lo que consideran moralmente correcto, incluso si no es legal. A medida que crecen, su enfoque moral puede cambiar de nuevo, empiezan a pensar en el «bien» y el «mal» como conceptos universales aplicados a través de los sistemas jurídicos y las culturas.

Identidad en el adolescente

Junto con otras facetas del desarrollo cognitivo, emocional y social, los adolescentes desarrollan sus propias identidades durante esta etapa. Su pensamiento se ve afectado por el egocentrismo adolescente, aunque cada vez menor a medida que maduran. Tres características del egocentrismo adolescente:

  • Auto-absorción: su enfoque está casi completamente en ellos mismos.
  • Fábula personal: se ven a sí mismos como especiales y únicos.
  • Audiencia imaginaria: creen que los demás se centran en ellos, anotando todo lo que les rodea, incluyendo lo que dicen y lo que hacen.

Relaciones con el adolescente: 5 consejos básicos

Estos 5 consejos esenciales serán de gran ayuda para comunicarte con los jóvenes durante los difíciles años de la adolescencia.

1. Intenta comprender, aunque no comprendas nada

No importa lo difícil que sea, intenta ser comprensivo, incluso si no estás totalmente de acuerdo del todo. Sus lógicas son distintas, están en una fase de rebeldía, de aparición de su identidad individual, separada de lo que hasta ahora ha sido dependencia parental.

Intenta no decir «lo entiendo, pero…» porque descalifica lo que te acaba de decir. Empieza desde la comprensión, ponte en su lugar de adolescente antes de decirle lo que tiene que cambiar. Esto hará que tienda a escuchar más tranquilamente en lugar de sentir que tiene que defenderse.

2. No te pongas emocional o lo tomes personalmente

La emoción es tu enemigo cuando intentas llegar al adolescente. Puede que no te guste cómo se comporta, o incluso cómo piensa, pero mantén tus emociones fuera, incluso si su comportamiento te afecta.

No digo que sea algo fácil, es duro, pero es muy efectivo, y es una habilidad que puedes aprender. Antes de hablar con tus hijos piensa lo siguiente:»este es el trabajo de los padres, no me lo puedo tomar como algo personal».

Si lo piensas a fondo, no hay razón para enfadarse con tu hijo por ser él mismo. Puede que esté tomando una mala decisión, pero puede que aún no tenga la habilidad para tomar una mejor decisión. Tu trabajo es guiarlo hacia mejores elecciones para que pueda, a su vez, desarrollar mejores habilidades de resolución de problemas.

3. Haz preguntas, pero no le sobrecargues

Pregunta a tu hijo por sus ideas y transmítele confianza. Cuando le hagas ver que crees en él, en sus habilidades, y que tiene espacio para resolver las cosas por sí mismo. De esta forma desarrollará una verdadera confianza en él.

No hagas preguntas capciosas que pongan a tu hijo a la defensiva. Preguntas como «¿Por qué no puedes levantarte a tiempo? ¿Qué te pasa?» sólo conducen al conflicto, no a la solución. Intenta entablar una conversación del tipo: «¿qué truco podríamos buscar para que te levantes a tiempo?»

Si dice que no lo sabe, ofrécele algunas ideas y pregúntale cuál le podría servir. Hazle saber que sus problemas los tiene que resolver él. Dale la oportunidad de resolver los problemas por sí mismo. Pero, asegúrate de hacerle saber que estás ahí para ayudarle.

Ah, y deja que él mismo se haga cargo de las consecuencias de su comportamiento. Ser dueño del problema significa ser dueño de las consecuencias. El objetivo es ayudarle a pensar por sí mismo, porque le ayudará a sentir que tiene algún control sobre su mundo.

Escucha lo que dice y pídele que piense sobre cada elección. ¿Qué funcionará y qué será problemático en cada decisión? ¿Cuáles serían las consecuencias naturales de cada elección, y cómo se sentiría al tratar con eso?

4. No «necesitas» su buen comportamiento

No te sientas, o muestres, como si necesitases la cooperación, validación o buen comportamiento del adolescente. Tan pronto como necesites algo de él para sentirte mejor, te pones en una posición vulnerable.

Cuando el adolescente necesita algo y no lo consigue, se esfuerza más en controlar y manipular. El adolescente puede volverse cada vez más desafiante o pasivamente complaciente, lo cual no es bueno. No lo permitas, pero tampoco reacciones agresivamente.

Si tu hijo se está portando mal, tu problema es decidir cómo responder. Está en tus manos, no en las de él. Pregúntate, «¿cómo quiero actuar, sin importar cómo se esté comportando? ¿Qué puedo soportar y qué no?» Recupera el poder y piensa: «Si me grita, en vez de necesitar que pare, puedo darme la vuelta y alejarme».

Hazle saber que no hablarás con él hasta que se comporte de forma civilizada. Cuando no intentes controlarlo y no reacciones, tendrá que luchar consigo mismo en lugar de contigo. Responder con más agresividad o emocionalidad solo transmite un ejemplo de dominación y no de autocontrol y civismo. Pero tampoco permitas todo, siempre hay límites.

5. No hagas nada hasta que ambos estéis calmados

Otra regla general es evitar hacer nada hasta estar en calma. El hecho es que no tienes que responder a tu hijo cuando estás enfadado o cuando él lo está. Tómate unos minutos o días si lo necesitas. Cuando las emociones se hayan nivelado, habla con él.

Si intentas mantener una conversación con un adolescente que se pasa de la raya, entonces debes aferrarte a ti mismo y no verte arrastrado a una confrontación elevadla de tono. Si la relación es tal que es imposible mantener una conversación abierta y respetuosa, mantente firme, pero sin exaltarte. Piensa: «No voy a ir allí pase lo que pase».

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