La clave política de la semana no ha sido la inflación irrefrenable ni los fuegos arrasando el verdor de Galicia sin que se aborden medidas contundentes contra los incendiarios. Aquí la protagonista de la polémica es la corbata de  Pedro Sánchez. Corbata sí/corbata no, ultraderechistas con tres corbatas haciéndose selfies debajo de la sombrilla en la playa de Benidorm frente a tertulianos de izquierdas discutiendo si, el hecho de no usar esta prenda en verano, favorece el ahorro energético.

Hay días en que Sánchez está sembrado y son aquellos en los que se acuerda de los clásicos: en este caso del tan traído proverbio de Confucio avisando de que, cuando un sabio señala la luna, los tontos miran el dedo. Nadie diría, a estas alturas, que el presidente del Gobierno sea un sabio; pero es innegable, vista su trayectoria, que le acompaña de una manera tan asombrosa la suerte que se podría permitir vivir del cuento y de las cuatro normas del marketing que le han enseñado sus asesores. La primera, decir una boùtade que distraiga a los contrincantes cuando las cosas van regular. Y en este mes de agosto, con cuarenta grados a la sombra y con el barrunto de que la energía no sobrará en otoño, nada mejor que ponerles una capa roja, en forma de corbata, a los señores de la derecha. Éxito rotundo. Les han faltado tiempo para lanzarse al trapo dejando para mejor ocasión el fondo del asunto, la crisis energética con los precios de la luz disparados/disparatados que obliga a la gente normal, a las clases humildes, a retornar al uso del abanico y, a los más afortunados, al ventilador de los noventa. Mayormente porque poner el aire acondicionado es un lujo que no todas las familias pueden permitirse, ni siquiera a esos 27º “flexibles” que propone la ministra Ribera. La situación, que se va complicado por momentos, llegará a su punto álgido cuando el personal vuelva de vacaciones y se dé cuenta de que la tarjeta de crédito lo único que da es pena. Evidentemente, no es culpa de Pedro Sánchez.

Pero de lo que sí es responsable el presidente, ateniéndose a los votos, es de buscar medidas  de acuerdo con Europa que palíen la situación para los tiempos difíciles que se nos vienen con Putin y sus ansias de sangre inocente ucraniana, o los chinos, que sólo buscan una excusa para liar la tercera guerra mundial, esta vez tecnológica, con Estados Unidos a cuenta de la autonomía de Taiwán. La foto de Pelosi en Taipéi  y que los chinos saquen sus barcos y aviones de maniobras militares en la costa taiwanesa ha sido todo uno. Para quien piense que Taiwán nos pilla lejos, basta que mire su teléfono, su coche o su nevera semivacía. Porque funcionan con los chips que  se fabrican exclusivamente allí. Y mientras el mundo anda en estas cuestiones y España se asfixia o se quema, varios lideres del PP se han dedicado a hacer el ridículo atacando sin leerse bien el decreto energético y, especialmente, a la corbata presidencial. Le están estropeando a Feijóo el lema aquel de la “política para adultos”, ese que tan difícil es de sostener con Ayuso de fondo. Máxime si quienes podrían hacer de contrapeso sensato a la lideresa perseveran en mirar al dedo mientras la luna se les escapa.

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