Que Macarena Olona se había ido del todo solamente se lo habían creído los optimistas y los niños, que esperan a los Reyes Magos cada noche del cinco de enero.

Macarena se fue  del parlamento después de las elecciones andaluzas, pero sólo un poquito, porque el aire andaluz de fracaso le produjo alergia a la alicantina. Unos estornudos que únicamente ha conseguido aliviarle hacer el Camino de Santiago y dice ella que reencontrarse con Dios. Lo suyo siempre fueron las masas enfervorecidas, la confrontación despreciativa, la chulería castiza y la soberbia de quien piensa que tiene la verdad en la mano. Y cuando todo esto le falló sólo le quedó agarrarse a aquella voluntad divina a la que se atenía ya Primo de Rivera  en sus discursos de los años treinta y nombrar a la patria como unidad de destino en lo universal.

Es decir, nada nuevo que no hayamos sufrido y que no acabara con una Guerra Civil, con un millón de muertos, de sangre inocente inundando los caminos, de cuerpos con un tiro en la nuca en fosas comunes. Yo no lo viví, pero me lo contaron; también  he aprendido, seguramente a fuerza de lo duro que a veces es vivir  que únicamente las palabras libertad  y conocimiento nos protegen. Lo cual no viene más que a recordarnos aquello que afirmaba Antonio Machado: “en los trances duros, los señoritos invocan la patria y la venden; el pueblo no la nombra siquiera, pero la compra con su sangre y la salva”. La cuestión ahora es que no sea necesario salvarla ni que regrese la confrontación belicosa.

Eso y no otra cosa implica la concordia, la memoria histórica bien entendida que hay quien malversa entendiéndola como llamada al olvido, que es una manera de injuriar el recuerdo de nuestros muertos. Otros, como revancha. Y ninguna de las dos posturas sirve. Por lo tanto, memoria sí. Concordia también. Pero libertad por encima de todo. Esto es lo que no asumen estos jóvenes embriagados de frustración que el otro día intentaron impedir que Olona, actualmente una particular buscando beneficio, impartiera una conferencia del ‘Foro para la Concordia’ en su sede de la Facultad de Derecho.

Al margen de la inoportunidad del acto  que únicamente viene a darle a la exlideresa un protagonismo inmerecido en la prensa nacional, es peligroso esto de que, cuando hablen unos u otros radicales, se trate de frenar desde el posicionamiento ideológico contrario. Además el problema reside en que a esta gente extremista y sin argumentos razonados no se la ha escuchado con la suficiente atención para que la ciudadanía pueda votar luego en consecuencia. En el caso de los mandamases de Vox, tengo la impresión de que hubo quien no se percató hasta el 19-J del retroceso histórico y de derechos que representan. De ahí el resultado obtenido. Por eso, victimizarlos impidiéndoles la libertad de expresión que es un derecho constitucional, les conviene porque los fortalece y es el eterno error que no ayuda a aislar a quienes han hecho del desprecio y del discurso del odio un modo de medrar. Es imprescindible romper con la polarización, porque ya avisaba Machado de que una de las dos Españas, esas que le interesa potenciar a Macarena, habría de helarnos el corazón. Hay que demostrarles desde la sensatez que la democracia no es eso.

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