Macarena, sonrisa inmaculada, la mirada que se pierde y se diluye en un mundo en blanco y negro que no es este, jaleada cada tarde por sus ultras, tacones que se alejan en la niebla, un fulgor que se borra en la memoria.

Se olvidaron de ti y no hay remedio. Porque todos aquellos compañeros que ocultaban su odio en el abrazo han borrado tu número del iphone y te niegan lo que has representado, estos años de furia y desengaño: el abismo de tu nombre en las portadas regalando titulares cotidianos, arengando a las masas en las plazas, el pecho bien cercano a los pitones, sin miedo, sin vergüenza y con orgullo, la casta de Abascal en cada lance.  Y ahora que los meses transcurrieron, que la tarde se muere a cada rato y las noches se alargan infinitas, intentaste regresar después de irte, olvidado el fracaso de las urnas, aquel junio de vanas esperanzas diluido en el mar de los recuerdos. Y no es eso, Macarena, ya no es eso.

Te has vestido de paloma enternecida, de virgen, de guerrera o de flamenca pero nada se ajusta a tu figura, sin un norte, sin brújula ninguna. Aunque un mes en política es eterno, luego nadie se olvida del fracaso: tu nombre de mujer está tachado. Igual que hiciste tú con otros nombres cuando el poder se destilaba en tu palabra. Venganza consumada por amigos es el cáliz amargo que te bebes, perdida, sin destino entre tus pares. Caíste en la trampa de soberbia, de pensarte imprescindible en tu partido. No eres hombre y en Vox eso se paga. Caminas errabunda y no lo sabes, intentando recobrar aquel lugar que no existe por fuerza de los votos de andaluces cansados del discurso. Aún tus ojos retienen los destellos de focos con su luz incandescente, los flashes de fotógrafos nerviosos buscando la mejor pose de todas. Pero ya nada es verdad, todo ha cambiado.

Te da miedo volver a la rutina de abogada del Estado en excedencia porque crees que la historia se construye en despachos con moqueta y cortapuros. Luego llega el hemiciclo y las proclamas, levantar  a tu bancada con un grito, el aplauso final de la mañana. Te equivocas, Macarena, te equivocas. La verdad de esta España tan cansada de histrionismo, de bárbaros y chulos la levantan cada día otras personas. Albañiles que suben al andamio, ingenieros diseñando carreteras, la médico que cura las heridas sin medios, con coraje y sacrificio, la que vende el pescado del almuerzo o el que barre nuestras calles deslustradas;  esa madre con sus niños del colegio, el abuelo que mira hacia los cielos, quien labora la tierra de los campos, quien protesta en la acera los desahucios. Esa gente invisible en tu amargura de querer perpetuarte en los sillones son la clave de nuestra Andalucía, la que nunca entendiste ni te importa. Da lo mismo llegados a este punto. Acostúmbrate de nuevo a ser discreta, abandona apariencias y oropeles. Recuerda que la vida es un suspiro para estar dormitando en los laureles de un jardín infestado de babosas, cochinillas, pulgón o araña roja. Y puesto que el otoño te ha alcanzado marchitando tus intrigas y ambiciones, concéntrate en mirar hacia el futuro y aléjate por fin de esta locura. Ya no eres la morena de la copla

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