¿Cuándo me puedo coger unas excedencias y cómo preparo mi regreso?
Estas son las condiciones que la ley establece para estos casos
Para evitar que nos salten los plomos, para quitarse la espinita por no haber dado una oportunidad a nuestra verdadera vocación, para atender con total dedicación a un familiar enfermo, para alargar la baja tras el nacimiento de un hijo, para viajar y conocer mundo… Lejos de ser visto como un privilegio al que solo pueden acceder quienes pasan a ocupar un cargo público o trabajan para la Administración, solicitar una excedencia empieza a ser reconocido por muchos asalariados como lo que es, un derecho recogido en el Estatuto de los Trabajadores, donde queda establecido que, siempre que tengamos una antigüedad de al menos un año, podemos suspender de manera voluntaria nuestra relación laboral por un plazo entre 4 meses y 5 años.
«Por un lado, los trabajadores cada vez están más concienciados sobre sus derechos y, por otro, cada vez hay más empresas que tienen planes de sensibilización para lograr que se vea como algo idéntico a las bajas médicas, los beneficios sociales, la flexibilidad o el teletrabajo, pero también como una oportunidad para incorporar nuevo talento. Por un lado, el de quien cubre el puesto durante nuestra ausencia si es que lo hay y, por otro, el nuestro gracias a las nuevas competencias que hayamos podido adquirir en ese tiempo», explica Ibon Olazabal, director general del grupo especializado en recursos humanos Evolus.
Es decir, cada vez más personas saben que no sólo pueden coger una excedencia para cuidar a un familiar enfermo y dependiente o a un menor, sino que cualquiera puede solicitarla sin explicar sus motivos. Aunque aquí hay que matizar alguna cosa. En estos dos casos concretos, las duraciones son diferentes –hasta dos años por enfermedad y tres por cada hijo, aunque los convenios puede establecer mejoras y la posibilidad de negociar prórrogas– y se permite pedir una nueva excedencia antes de que pasen cuatro años desde el fin de la anterior. También son los únicos supuestos que nos garantizan que volveremos al mismo puesto.
Sensibilización
La sensibilización que acompaña a este conocimiento cada vez más generalizado a la que se refiere el experto es más bien la de los compañeros. Y resulta necesaria porque, aunque no lo pensemos en ese mismo instante, cuando decidimos aparcar nuestro trabajo habitual también hemos de empezar a planificar nuestro regreso. ¿Por qué? Pues porque nadie nos asegura que al volver todo siga como lo dejamos. La situación de la empresa y la relación con los colegas pueden cambiar y hacer que nuestra reincorporación resulte complicada.
«Hay muchos factores que determinan cómo va a ser recibido el trabajador que regresa, y aunque los casos de ‘mobbing’ son muy raros, sí es verdad que el ambiente puede estar, al menos de entrada, enrarecido. Lo primero es el tipo de excedencia que cogiera. No se mira igual a quien deja el trabajo por cuidar a un familiar que a quien dice tener inquietudes vitales y se va a recorrer el sudeste asiático», señala el experto.
Después, en su opinión, también influye mucho la personalidad de quien hace la pausa: qué tal compañero es, el cariño o simpatías que despierta y el puesto que desempeña. «Se entiende mejor a quien está claramente quemado o incluso desaprovechado en su actual desempeño que a quien trabaja lo justo y rara vez se ofrece a ayudar. No puede pedir la misma afinidad quien lleva trabajando 25 años que quien lleva uno, ni quien se marcha dejando a su equipo en una buena posición que alguien que se fue sin casi preaviso, aun sabiendo que el suyo era un puesto difícil de cubrir rápidamente. La empresa no puede negarte la excedencia, pero si no está ligada a nada inaplazable puede pedirte que le des un tiempo para terminar un proyecto o planificar qué va a pasar con tus tareas y, si no se lo das, entorpeces el trabajo de los que se quedan», explica.
Del mismo modo que pesa la personalidad del trabajador, también influye la de la empresa. «Las hay muy grandes con protocolos que logran que la excedencia se vea de forma positiva, como una forma de enriquecer el conjunto y, además, hacen un seguimiento y se preocupan por reunirse con el trabajador para planificar esa vuelta e incluso ofrecerle formación si la necesitara. Pero también hay otras con direcciones ‘invasivas’, opinantes, paternalistas y poco profesionales que ven mal incluso las ausencias para cuidar a alguien enfermo, así que no asumen en absoluto que alguien pueda tener otras inquietudes que el trabajo que ellas le proporcionan», lamenta.
En cualquier caso, para el trabajador hay alguna recomendación clara. La primera, asumir que la excedencia puede tener un coste laboral de cara, por ejemplo, a posibles ascensos. La segunda, intentar si no ampliar conocimiento. al menos sí actualizar las destrezas que ya tenía. Otra, «mantener el contacto con los compañeros, algo fácil gracias a las redes sociales. No es lo mismo volver sin saber qué ha pasado que conocer qué ha cambiado o cómo han estado los demás», subraya. Y fundamental, «no alardear. Hay que tener empatía con quienes tienen el mismo derecho y ganas de tomarse un tiempo pero por circunstancias familiares o económicas no se lo pueden permitir», zanja Olazabal.
Derecho preferente de reincorporación
Salvo cuando la excedencia se coge para cuidar a un familiar enfermo –y dependiente– o para atender a un menor, la empresa no tiene la obligación de reservar el puesto. Solo se establece un derecho preferente de reincorporación. Es decir, durante nuestra ausencia la empresa puede contratar a un trabajador para que realice nuestras tareas y esta contratación puede incluso ser indefinida porque su único compromiso es ofrecernos un puesto de igual o similar categoría en el momento en que, tras la finalización de la excedencia, exista una vacante. Pero nadie dice cuánto tiene que pasar ni nos garantiza que tengamos las mismas condiciones laborales. Puede, por ejemplo, tener otro horario o incluso una menor retribución.