Observatorio Retina 2023
A pesar de los vientos favorables para la industria de datos y la energía, la era de la abundancia toca a su fin. La economía y la geopolítica pondrán a prueba la capacidad humana de progresar en tiempos difíciles
El rojo crepúsculo estaba casi apagado, pero la economía ha conseguido adelantarse hasta el último retazo. El ejercicio que queda atrás ha sido difícil. La incertidumbre lo ha calado todo como un bálsamo extendido por un dios perezoso. Desde 2017, el Observatorio Retina analiza —con las opiniones de reconocidos expertos, observadores en el lenguaje propio del medio digital— las tendencias que fueron y las que deberían llegar. La situación económica vive dos mundos distintos. La trayectoria de 2022 resulta imposible calificarla de buena. En lo alto del palacio no aguarda la hija del rey; la niña dorada. Pero tampoco ha sido el derrumbe. El ámbito digital ha resistido este año difícil. Guerra en Ucrania, inflación, subida del precio del dinero, tensión energética. Hacía una década que no se leía la palabra “policrisis”. Un término acuñado en los noventa por el filósofo francés Edgar Morin (1921). Son crash que se entrelazan como bisectrices y se convierten en los nuevos meridianos y paralelos que rotan el planeta.
Pese a todo, España está cambiando. Avanza en retos digitales y en la transformación hacia ese nuevo entorno. La independencia tecnológica es tomar, como país, tus propias decisiones. La soberanía digital conecta con el presente. “Sin embargo, esta estrategia carece de sentido si solo es una propuesta de nación. Hablar de autonomía es apoyarse en Europa, no solo en España”, reflexiona David del Val, director de Core Innovation y consejero delegado de Telefónica I+D. Y pese a que la lluvia y el frío conversan a mediados de diciembre —esta vez, ante la sede del Espacio Solo, cerca de la Puerta de Alcalá de Madrid, donde se reúnen los observadores convocados por Retina— se filtra un calor acogedor como de esperanza. En un auditorio con las paredes trenzadas, gracias a una filigrana de aluminio cobrizo —obra del arquitecto Juan Herreros— que desciende en cascada, se escucha que la economía española irá de menos a más, que la subida del precio del dinero ha cribado las empresas emergentes con futuro de las que reflejaban mera ilusión, y que las firmas están reinventando sus compañías y cómo trabajar en ellas.
Quizá donde se percibe más interés es en contestar una pregunta que interpela a todos. ¿Cómo será 2023? El año pasado comenzó bien y, a la vez, se volvió confuso. Pese a todo, la economía es un sentimiento pero este ejercicio no llega con una alcuza cargada de tristeza. El mensaje, resumido por los observadores, es “algo mejor” que en 2022. Un destello de luz atravesando una fractura. Al igual que en la financiación de las empresas emergentes o en los proyectos de transformación corporativa. “Algo mejor”. En el auditorio, completo, unas 50 personas analizan el Observatorio, y este ensayo del futuro distingue entre riesgo y oportunidades. Los riesgos se recitan de corrido al igual que un niño aprendía la tabla del siete en la EGB. Inflación, escasez de materias primas, guerra en Ucrania, subidas de los tipos de interés, inestabilidad política nacional e internacional. Titulares de periódicos. Y en azul pedernal —el mismo color que usaba El Greco para pintar sus cielos de Toledo y Madrid— Retina engloba en su presentación las oportunidades. Formar talento, fortalecer la industria tecnológica, aumentar la inversión en I+D y lograr consensos políticos a largo plazo.
Sostenibilidad y propósito
Las tendencias para el año que entra arrancan sin perder la ilusión de un crío frente al árbol de Navidad. Lideran la sostenibilidad y el propósito. Algo bello, algo falta. “Somos muy egoístas y vivimos anestesiados por el individualismo”, cuenta Pepita Marín, fundadora y consejera delegada de We Are Knitters, la firma que trenza su negocio con ovillos de lana y ganchillo. Luego fluye un relato de organización y mejora de costes, o de flexibilidad y resiliencia. Después surge el término de “tecnologías habilitadoras”, y ahí tres “finalistas”, así como una narrativa en busca de personaje. La inteligencia artificial es transversal y ha logrado una velocidad increíble. “Afecta a todo lo que analizamos”, indica Nathalie Picquot, director of Corporate Marketing, Brand Experience and Digital Engagement de Santander.
Es un avance. Crecerá incluso más en una época donde resulta muy difícil extraer versos de las noticias. Este año es big data, analítica y ciberseguridad. Y aquí, “España debe de estar a la vanguardia [en los espacios públicos y privados] de las decisiones que se tomen a partir de los datos”, sostiene Marta Plana, cofundadora de Digital Origen (ahora Clearpay/Afterpay). “Porque definen el mundo”. Sin ellos caminamos con la inquietud de dos huérfanos en una tormenta. La ciberseguridad completa el triángulo equilátero. Es una sorpresa que estuviera en un lugar tan elevado de las tendencias, y que, además, haya creado infinidad de puestos de trabajo.
Por cierto, ¿se acuerdan del metaverso? Este año seguirá siendo eso, letras sueltas. “El mayor avance que hemos visto es que han añadido piernas a sus personajes virtuales”, ironiza Juan de Antonio, consejero delegado de Cabify. El precio fue alto. El despido de 10.000 trabajadores. Quizá su fundador, Mark Zuckerberg, los echará de menos para mejorar su tecnología.
Si las estrellas son lo bastante brillantes para rivalizar con las lámparas encendidas, entonces, alumbran nuevas tendencias. O sea, las aplicaciones tecnológicas con mayor impacto. La hiperautomatización y robotización de procesos, la industria 4.0, los gemelos digitales —que permiten, por ejemplo, replicar una ciudad y sacar mayor partido a sus sistemas de transporte—, y la simulación avanzada. Y ahí transcurren, casi en paralelo, cobijados en estos temas remarcados en azules, el ámbito social y de interés público. La lucha contra el cambio climático, el valor de la soberanía tecnológica y la ética, la gobernanza y el humanismo digital. Brilla ese ecosistema de cristal que es el hombre.
Y mientras todo esto sucede, los sectores levantan el vuelo en un mundo que reparte estrellas a mariposas escogidas. Energía. Es, sin duda, la tendencia del año. Ya discurre. “Cepsa ha firmado un acuerdo con el puerto de Róterdam para crear el primer corredor de hidrógeno verde que une los Países Bajos y Algeciras”, describe David Villaseca, Chief Digital Officer (CDO) en Cepsa.
La tecnología manda
Y añade: “Para mí, el sector más importante de nuestro tiempo es la tecnología: fabricación de chips, computación en la nube, el manejo del dato”. La salud, como la biotecnología, llega bajo la prescripción del bum vivido en la pandemia. Y una sorpresa. La industria de defensa y seguridad —debido a la guerra en Ucrania y al confuso nuevo orden mundial al que nos dirigimos— mantiene una importancia histórica pese a que en nuestro país el presupuesto es el 2% del PIB. “España por sí sola no puede ser un actor de relevancia, necesita la compañía de Europa para que Estados Unidos no sea el único garante en este espacio estratégico”, desgrana Ignacio Mataix, consejero delegado de Indra. En el otro lado de la carretera, conduciendo en paralelo, la vía de las oportunidades. Energías renovables, ciberseguridad, economía circular y reciclado. Tomen un apunte de color dorado. Todo este mundo de criptomonedas se ha hundido al igual que un ancla de plomo dentro de un cenote, y ha dejado sin aire y dinero a muchos especuladores-inversores, especialmente, jóvenes.
También hay quien echa de menos en el Observatorio Retina 2023 otras constelaciones. “Hace falta un mercado estatal de desarrollo de la digitalización y continúa siendo esencial la conexión 5G y una infraestructura acorde con los desafíos”, subraya Enrique Arribas, director de Marca y Marketing Corporativo de Santander. Advierte con un ejemplo: el cambio de la relación con el tiempo. “Ahora tienes que esperar un año y medio por un coche”.
El cine tiene mucha presencia en el observatorio, y este 2023 guarda algunas semejanzas con 2022, aunque nadie fuera capaz de imaginar una guerra en Europa o la incertidumbre económica. Por eso, quizá no exista mejor final que el epílogo de Deseando amar, del realizador Wong Kar-wai. “Él recuerda esa época pasada, como si mirase a través de un cristal cubierto de polvo. El pasado es algo que puede ver, pero no tocar. Y todo cuanto ve está borroso y confuso”. Toca, sobre todo a la sociedad occidental, recuperar los días claros y el cielo malva. Observar con otra retina.
‘Token’, IA y basta de ecopostureo
Ya no se puede escribir aquello de que el mundo era tan reciente que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo. Ni que vivimos un tiempo en el que un planeta no termina de morir y otro no acaba de nacer. Adiós a los lugares comunes. El orbe de los datos, el internet de las cosas, las energías (más allá de las renovables clásicas) como el hidrógeno son el amanecer. Retina tiene algo de aprendiz de brujo. Solo que conoce las leyes de la magia porque pregunta desde hace un lustro a quienes más saben, los expertos. ¿Cómo será 2023? El mundo del token gana mucha fuerza; el greenwashing (hacer pasar por prácticas sostenibles lo que no lo es) puede acarrear problemas jurídicos a firmas, sobre todo, estadounidenses; la inteligencia artificial es el aire tecnológico, la estrategia del dato resulta central en instituciones públicas (“aunque el ciudadano todavía no se siente protegido”, avisa Almudena de la Mata, consejera delegada de Blockchain Intelligence) y privadas. Igual que los materiales de la nueva economía. “Tener tierras raras y minerales necesarios para la transición energética es la forma de que el presidente estadounidense Joe Biden te reciba”, ironiza Dimitris Bountolos, director general de Sistemas de Información e Innovación de Ferrovial-CIIO. El ser humano tantea los límites del crecimiento sostenible. Somos 8.000 millones de almas, todas con el futuro en la mirada.