¿Despilfarras o eres de los que miran hasta el último céntimo?
Cómo saber si mantienes una relación sana con el dinero
Cuenta la psicóloga Pilar Jiménez que en su consulta ha tratado a chavales de 15 años que no tienen ni una idea aproximada de lo que vale una barra de pan. Menos aún de lo que les cuesta a sus padres ganar esos 10 euros que le dan cada viernes para ir a comer una hamburguesa con los amigos. ¡Cómo para saber qué supone llevar en el bolsillo un móvil de 200 euros! «No son capaces de medir el esfuerzo que ha supuesto para la economía familiar que él pueda tener ese teléfono. Y no lo saben porque tardamos mucho en enseñar a los niños a relacionarse con el dinero y a relacionar este con el esfuerzo». Es, explica la experta, como si para los chavales de hoy todo lo que tienen fuera ‘gratis’. Dice lo de chavales «de hoy» porque «los de generaciones anteriores crecimos oyendo a nuestros padres decir que ‘hay que ahorrar’ y eso marca». También influye, sostiene, lo que nos ‘meten’ por los ojos: «Nos están haciendo creer que tener la última tecnología es una necesidad cuando no lo es». Más cuestiones que determinan nuestra (mala) relación con el dinero: «El modelo de despilfarro que vemos en las administraciones, donde hay una falta de control del dinero y, además, una escasa penalización por esa mala gestión», añade el coach empresarial y divulgador Nacho Mühlenberg. Y lo que él considera que está en la base del problema, «la escasa formación financiera».
Fruto de estas carencias, dos perfiles antagónicos: el despilfarrador que gasta más de lo que gana y no sale de una deuda continua y el controlador que vive obsesionado con ahorrar hasta el último céntimo. Y si son así con el dinero es porque son así en otros aspectos de su vida. «El derrochador suele ser una persona impulsiva, con poca capacidad para demorar la recompensa. Compra porque lo quiere ya, sin pensar si lo necesita, si se lo puede permitir… Pero el otro es tan perfeccionista y quiere tener todo tan bajo control que tampoco es bueno», advierte la psicóloga.
«Hay gente que tiene controlado el dinero y sabe lo que ingresa, lo que gasta, que maneja un presupuesto, pero sin ser tampoco esclavo y eso está bien. El problema es cuando el dinero te controla a ti», completa Mühlenberg, autor de ‘Dinerograma. El eneagrama del dinero’ (editorial Conecta). Ser de uno u otro grupo, mantiene el autor, «no tiene tanto que ver con la cantidad de dinero que ganas, sino con cómo te relacionas con él». Por eso, «hay quien tiene un sueldo de 20.000 euros al mes y siempre está ahogado y quien con 1.500 vive mejor». Esto es, no es que los despilfarradores sean ricos y los controladores poco pudientes, sino que «depende de la personalidad» (él habla de los eneatipos, nueve tipos de personalidad). «Hay gente que tiene millones en el banco y mira hasta el último céntimo».
Presupuesto mensual
Pero aunque nuestra personalidad en cierto modo nos ‘condene’ un poco, hay forma de mejorar nuestra relación con el dinero, herramientas para controlarlo sin que nos controle él. «Lo primero que hay que hacer es un presupuesto con una tabla de gastos mensuales redondeados siempre al alza que incluya los gastos fijos pero también los anuales (seguros, impuestos…). Como referencia, esos gastos no deberían suponer más del 70% del sueldo. Si no tenemos un 30% de dinero mensual ‘libre’, tal vez podamos cumplir nuestros objetivos a corto plazo, pero podríamos estar poniendo en peligro los objetivos a medio o largo plazo», alerta PilarJiménez, y se apresura a matizar: «Muchas familias no pueden ahorrar ese 30% de la nómina y no pasa nada. Tampoco si durante un tiempo, por las circunstancias que sea, no ahorras nada. La clave es ser consciente de esos números y de en qué te estás gastando el dinero, aunque te estés fundiendo el 95% de la nómina puntualmente. No sería un problema si sigues llevando un control».
Ahondando en esta idea del control de las finanzas domésticas, Nacho Mühlenberg dibuja unas líneas rojas: «Hay que tratar de no tener deudas al consumo porque hay quien se compra un coche de 18.000 euros que no se puede permitir y vive siete años esclavizando pagando un préstamo que finalmente le va a costar 25.000. El problema es que lo hace solo por una cuestión de estatus, cuando en lugar de gastar ese dinero en el coche debería dedicarlo a mantener un colchón de ahorro que le dejara el margen suficiente como para poder estar de seis meses a un año sin ingresar un solo euro si vinieran mal dadas», recomienda. «Vivimos demasiado el presente, nos da pereza hablar de dinero, nadie quiere pensar en si llegará una catástrofe económica o en si habrá dinero suficiente para su jubilación. Hay muchas gente que llega el día 25 de cada mes y está sin un céntimo y eso es catastrófico», advierte Mühlenberg.
Recuerda entonces Pilar Jiménez su consejo inicial: enseñemos a los niños a relacionarse de manera sana con el dinero. «Con 6 o 7 años deberíamos explicarles el valor de cada moneda y billete, simular que están en una tienda, aunque sea con dinero de mentira para que entiendan que la comida que llega a casa, por ejemplo, es fruto de un intercambio». A los 10 años, la psicóloga sugiere que empiecen a ‘manejar’ su propio dinero. «Deberían tener asignada una pequeña cantidad mensual para caprichos. Aunque el dinero físico lo custodien los padres, está bien que sepan lo que cuesta esa chuche que se quieren comprar, el bolígrafo que necesitan llevar a la escuela… Y con 15 o 16 años, que gestionen su paga»