El cumplimiento de los acuerdos y la determinación política logran revertir la grave situación de la zona atmosférica

La humanidad tiene en estos momentos tantos motivos de preocupación que la noticia de que el agujero de la capa de ozono va camino de cerrarse apenas ha recibido atención. Y, sin embargo, es un hito que merece ser celebrado, por la grave amenaza que desaparece y por el precedente que representa para otros desafíos globales como el cambio climático. El último informe del Grupo de Evaluación Científica del Protocolo de Montreal sostiene que en el año 2040 la capa de ozono en el espacio situado entre los dos polos habrá recuperado los valores previos a 1980 y que los dos grandes agujeros que se habían formado sobre el Ártico y sobre la Antártida se habrán cerrado en 2045 y 2066, respectivamente.

Las primeras evidencias de que la capa de ozono de la estratosfera se estaba debilitando se publicaron en los años setenta, y ya en 1985 una investigación en Nature demostraba la existencia de un gran agujero en la capa de ozono situado sobre la Antártida, que llegó a alcanzar 30 millones de kilómetros cuadrados, tres veces la extensión de EE UU. La conciencia sobre la gravedad del problema condujo a la aprobación del Tratado de Montreal, que entró en vigor en 1989. El acuerdo ha permitido dejar de utilizar un centenar de sustancias químicas que se han demostrado dañinas. La liberación a partir de 2012 de emisiones no reconocidas de CFC-11 procedentes de China puso en peligro los objetivos, pero finalmente las emisiones cesaron a partir de 2018 y este incidente solo ha retrasado un año el calendario de recuperación previsto. Si todo sigue como hasta ahora, dentro de 40 años la capa de ozono se habrá recuperado totalmente y la acción concertada mundial habrá contribuido además a mitigar en 0,5 grados centígrados el calentamiento global.

Lo decisivo es la evidencia de que los tratados internacionales basados en el conocimiento científico suponen un instrumento eficaz para afrontar los grandes desafíos ambientales. El cambio climático implica un reto mayor todavía porque exige prescindir de los combustibles fósiles. Pero el cumplimiento estricto de los Acuerdos de París de 2015 es la única forma posible de evitar el desastre. El éxito del tratado sobre la capa de ozono demuestra que, si hay voluntad política, se puede lograr.

EDITORIAL EL PAIS

 

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