«Querido alumno: te estamos engañando» por Juan Santaella
Un catedrático de Granada, de Organización de Empresas, Daniel Arias Aranda, mediante una carta abierta a los estudiantes, ha creado una gran polémica local y nacional.
El contenido sucinto de la carta es el siguiente: desinterés de sus alumnos, pues muchos faltan a clase (solo asiste el 30%), la mayoría utiliza un portátil innecesario, nunca preguntan, hablan sin cesar, y desean que la clase termine. Además, vienen muy mal preparados (cuando la universidad está para formar a las élites intelectuales) porque les faltan habilidades básicas: expresión, vocabulario, escritura, lenguas extranjeras… La solución ante ello, bajar el nivel de la asignatura: imparte menos temas y con menos profundidad; y hace parciales para aprobar a más alumnos. «Me dedico a engañarte, querido alumno…». Y concluye: «Si quieren calidad que se vayan a la privada. Quizás la matrícula de cuatro ceros aumente la motivación, en lugar de las irrisorias tasas académicas públicas».
Del escrito del Dr. Arias, podemos concluir:
1.– La Universidad no solo está para formar a las élites intelectuales, sino, fundamentalmente, para cohesionar la sociedad, elevar el nivel cultural de una nación y servir de ascensor social. De ahí la necesidad de apoyar a la universidad pública (él hace una loa de la privada); poner tasas bajas, y conceder becas para los que menos tienen.
2.– Culpa de las carencias básicas de los alumnos a las enseñanzas no universitarias, cuando esa responsabilidad es de todos los niveles. Si en lugar de impartirse clases magistrales, se trabajara con textos desde primaria hasta la universidad, aumentaría su capacidad de pensar, leer, escribir y expresarse.
3.– Varios docentes de su misma Facultad logran que sus alumnos acudan a clase, e imparten sus enseñanzas con satisfacción. Quizá también el profesor Arias tenga culpa en la desgana colectiva que denuncia, y no haya tomado las medidas adecuadas.
4.– Los tiempos han cambiado. Ni alumnos, ni profesores, ni familias ni sociedad son iguales. Las familias son más permisivas, y eso genera alumnos menos capaces de afrontar la frustración. La sociedad es poco receptiva a sus demandas (carencia de empleo, de vivienda, de sueldos dignos…), y por ello su desmotivación, en general, es enorme; aunque esta juventud tiene unos valores de compañerismo, solidaridad y compromiso superiores a otras.
5.– Los alumnos demandan una nueva enseñanza: la clase magistral es una modalidad más, quizá la menos indicada, para motivarlos. Hoy procede una enseñanza más participativa, donde el alumno sea el protagonista de la clase. El profesor debe adaptarse a esa nueva situación, promoviendo metodologías más activas. Es más, los medios informáticos, cuestionados por Arias, son un instrumento necesario en la enseñanza actual.
6.– La carta termina con unas conclusiones que, en general, comparto: jamás debemos sembrar el odio, huir de nacionalismos y populismos, fomentar la competición y la colaboración, pues el esfuerzo conlleva recompensa…
Como afirma Manuel Fernández Navas, profesor de Didáctica de la Universidad de Málaga, «a la educación llegan especialistas de Lengua, Inglés o Matemáticas, que cuando les dices que no basta con conocer su materia, sino, también, saber enseñarla, te miran de manera rara». Las leyes no cambian las prácticas educativas, porque éstas dependen del profesor. La educación es un derecho para todos, y debe promover la igualdad de oportunidades, para ser el gran ascensor social que esta sociedad injusta precisa.
publicado en PUERTA REAL del IDEAL
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