«Nunca hubiera imaginado dar clase en un aula con verjas para evitar suicidios»: nuevas realidades en los colegios
El número de consultas de profesores por agresiones físicas o verbales se ha duplicado en los últimos cuatro años, según CCOO.
«Con 38 alumnos en clase, demasiado bien se portan». Susana es profesora de lengua y literatura en un instituto de Madrid. Lleva más de 30 años dando clase y en ese tiempo ha visto como todo ha cambiado, también la sociedad. «Vivimos en una sociedad violenta y la escuela está violenta, vivimos en una sociedad irrespetuosa y la escuela está irrespetuosa»
«Antes, la educación tenía también un valor de contracultura, pero todo se ha tecnificado, se ha sumado a esa otra cultura que es la competitiva y el profesorado está agotado».
La competencia desleal del móvil
Preguntar a Susana, Víctor, Lara y Diego, profesores de secundaria y bachillerato de las asignaturas de lengua y literatura; geografía e historia; francés y filosofía, ¿qué situaciones han vivido en sus centros que nunca imaginaron ver?, es encontrarse con una realidad que pasa por un pulso constante con sus alumnos, dependientes de los teléfonos móviles, con los que tienen que disputarse su atención. Pero todo eso dentro de un sistema que muchas veces no les da el sitio, ni la autoridad que necesitan para seguir.
«Problemas sociales ha habido siempre». En los años ochenta fueron las drogas, «una realidad que también llegaba a las aulas» cuenta Lara. «Los adolescentes se han portada mal, han hablado mal y han contestado mal toda la vida, desde la Grecia Clásica, porque la rebeldía es el tránsito hacia la vida adulta». «Ahora bien»-continúa-, «vivimos en una sociedad que va muy rápida, en la que las pantallas son un problema real que causan verdaderas tragedias en muchos hogares.»
No solo los móviles. Diego, profesor de francés, cuenta cómo tuvieron que reducir a un grupo de alumnos que estaban golpeando la puerta de la sala de profesores porque les habían quitado una bebida energética» «Están acostumbrados a dosis de cafeína y azúcar muy elevadas que ya están generando problemas de adicción».
¿Cómo conseguir la atención de los alumnos que están pegados todo el día a una pantalla? Los cuatro reconocen que no es tarea fácil. «Los profesores tenemos que ser capaces de adaptarnos a esos cambios de la sociedad», pero «la palabra también tiene que recuperar protagonismo en clase». «Necesitamos lo que no tenemos ahora mismo, templanza, calma y empatía. Unos y otros. Coinciden en el diagnóstico y en el tratamiento:» en clase, hay que volver a la palabra». «¿Qué tiempos son estos en los que tenemos que defender lo obvio?», sonríe Víctor, citando a Bertolt Brecht.
Verjas para evitar suicidios en clase
Se ha priorizado la tecnología y han olvidado la educación emocional, tan necesaria durante estos años de pandemia, pero «hay que educar para vivir, educar para la vida»
«Nunca hemos encontrado en las aulas, o yo no lo había visto, tantos problemas de ansiedad, de depresión. Nunca hubiera imaginado dar clase en un aula con verjas para evitar suicidios chavales», reconoce Susana. Pero «nadie nos ha preparado para abordar este tema, ni como profesores, ni como sociedad». Además, «los protocolos que se abren para solucionar algo tan importante, se quedan en burocracia».
«Yo trato de educar para la vida a través de la literatura y explico muchas de las cosas que les están ocurriendo, a través de personajes literarios. Yo hablo a mis alumnos de la distimia depresiva La Regenta, –una depresión más leve, pero que se alarga en el tiempo-, para que sepan que la ansiedad ha existido siempre».
Pero en ese reflejo de la sociedad en la que se convierten las aulas, también suma presión el futuro incierto que les espera. «Los jóvenes son conscientes del mundo en el que viven. Saben que se emanciparán mucho más tarde que sus padres, y que para conseguir un trabajo, posiblemente precario, harán un doble grado, un máster y aprenderán dos idiomas»
«Imposible que mi hijo haya hecho eso»
Se está poniendo en entredicho continuamente la «autoridad» del profesor porque ahora se confunde «autoridad con autoritarismo». Pero además, porque el sistema «pone al mismo nivel lo que dices tú y lo que dice el alumno». Muchos profesores nos sentimos impotentes cuando te ves obligado a poner un parte a un alumno que luego vuelve a clase desafiante». «Si no respetan a sus padres, mucho menos te van a respetar a ti».
Pero Víctor, que también suma cerca de treinta años al lado de una pizarra, no cree que la responsabilidad sea solo del alumno. «Los niños también son víctimas de un sistema que cuestiona la autoridad del profesor».
No quieren generalizar, pero no será la primera vez que un padre o una madre les llame después de que sus hijos hayan sacado el móvil en clase, o una bolsa de pinturas para maquillarse, con un: «mi hijo es así, es diferente, pero te está atendiendo».
En su caso, la vocación se hace más que evidente escuchándoles hablar de la educación y de sus alumnos, pero también dejan ver la impotencia de quienes buscan dar con la clave que les haga conectar con «todos» sus alumnos.
La educación se ha convertido, como dijo Stendhal sobre la novela, «en un espejo que ponemos en el camino».
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