Escribió T. S. Eliot que abril es el mes más cruel porque hace brotar lilas en tierra muerta. Pronto y, como nos descuidemos, ni siquiera las lilas podrían germinar en Doñana porque, aunque no está muerta, lleva años moribunda ante la inacción de todos.

Lo que antaño fue un vergel, un hogar de avefrías, garcillas o ánsares, de caballos salvajes y linces solitarios, de anguilas y esturiones, hoy pide auxilio mientras se desangra horadada en un sinfín de perforaciones. Recibe, a cambio, un golpe más, tal vez definitivo, en esa estrategia inútil de intentar salvar unos empleos asociados al agro hortofrutícola, pero condenados irremisiblemente al fracaso. Sin agua no hay vida y no se puede sacar más de donde queda tan poca en este momento, esa es la santa verdad.

Llama la atención que se proteja a los propietarios que han esquilmado el territorio en vez de preservar el espacio natural que necesitamos todos. Porque si no se toman medidas urgentes para salvar lo que nos va quedando, habitaremos un páramo, suelo estéril, por la ambición desmedida de unos pocos y la desidia inoperante de otros. El colmo del despropósito es ver cómo Ramón Fernández-Pacheco, Consejero andaluz de Sostenibilidad, Medio Ambiente y Economía Azul, en vez de poner orden, pretende legalizar casi mil hectáreas de regadíos clandestinos ayudando de esta manera a extraer la sangre última del polvo vencido. Es natural: los flamencos y los cormoranes de los humedales no son rentables electoralmente mientras que los pozos ilegales, que han proliferado en este tiempo de sequía extrema, son propiedad de unos señores que votarán en las municipales.

Lo mismo le da a Fernández-Pacheco lo que digan los científicos del modo en que se aniquilan los postreros acuíferos, y menos aún le interesan los ecologistas defensores del parque. Tanto da, cuando un abogado urbanista se cree perito medioambiental que en su caso es como ser perito en lunas menguantes convexas, pero sin la dignidad de Miguel Hernández. Igual de irrelevante resulta que su proyecto, consentido inexplicablemente por Juanma Moreno, vaya a ser pan para hoy y hambre para mañana. Porque sucede lo de siempre, que para algunos políticos es más fácil contentar a unos cuantos trileros que afrontar problemas de fondo diseñando otras vías de desarrollo económico para esas comarcas.

Pero conste que la misma torpeza supina han aplicado desde el gobierno central que se comprometió en 2018 a hacer un trasvase de 19,99 hectáreas de la demarcación hidrográfica del Tinto, Odiel y río Piedras a la del Guadalquivir. Cuatro años después, han empezado a planteárselo porque también la ministra Ribera llega tarde, ha esperado demasiado hasta propiciar lo habitual, estas confrontaciones ideológicas absurdas que conducen como salida única a los versos de Eliot: “¿Cuáles son las raíces que arraigan, qué ramas crecen/ en estos pétreos desperdicios?”. No son agoreros quienes avisan de lo que puede suceder. Son sensatos, aunque no guste porque no es lo que queremos oír. Por eso la imagen de la diputada Mora, portavoz de ‘Adelante Andalucía’, vertiendo un vaso de arena en el escaño del presidente Moreno Bonilla no es únicamente una performance. Es la desolada voz de las marismas, los montes y las dunas que reclaman, igual que el presidente del Parlamento, un poquito de por favor y de dignidad a quienes tienen la obligación de proteger nuestra tierra.

FOTO : EL PÚBLICO

A %d blogueros les gusta esto: