Lo de estas elecciones se veía venir. Ahora que ha pasado, cuando los que siempre fueron del PSOE sin dejar jamás de ser del PP le han dado esta mayoría irrefutable en Granada, lo mismo alguien debiera plantearse que conviene empezar a mover sillas.

La pérdida de la capital era esperable, mayormente porque el PP se ha traído a la mejor candidata posible y la estrategia ha sido correcta: rodearla de técnicos en áreas prioritarias, de esas que son las que arrastran el voto mayoritario. Marifrán de Granada, la primera alcaldesa de la historia granadí, ha sido capaz de romper el techo de cristal en mil pedazos y la maldición del espejo que tanto daño ha venido haciendo al PP con sus 15 concejales. Se han acabado los siete años de mala suerte y, con su modo pausado de entender la política, de hablar lo preciso y actuar con firmeza, ha cosechado una mayoría absoluta y no necesita a la ultraderecha para desarrollar sus políticas en la Plaza del Carmen. Los sondeos de GAD3 dándoles cuatro ediles a Vox se han quedado a medias (esto es: en dos raspados) evidenciando que lo suyo es ir saliendo ordenadamente y en silencio por el foro. Y que el último cierre la puerta, que hay corriente.

Mientras, en los espacios de limosneo, por un lado, Ciudadanos implosionaba de manera definitiva con esta detonación controlada que tienen que agradecerle a Luis Salvador; y, por otro, las izquierdas desunidas se han convertido en la más acabada muestra de cómo la soberbia puede quedar deconstruida como una tortilla de Ferrán Adrià y ser la más acabada historia del fracaso.  En medio, entre unos y otros, el PSOE de Paco Cuenca puede salvar, in extremis y con 10 concejales, eso que se llama la negra honrilla y mantenerse gestionando la oposición con Ana Muñoz y Jacobo Calvo haciendo los milagros de los panes y los peces. Pero, a pesar de lo que ha restado la designación arbitraria de La Coruña como sede de la Inteligencia Artificial, nadie puede ver ahí la causa del desengaño socialista, sino la ratificación de que, en su lista, faltaban otros nombres que animaran al electorado de izquierdas a no quedarse en casa.

Lo cual que, por mayo, cuando hace la calor, / cuando los trigos encañan/ y están los campos en flor, como en el ‘Romance del prisionero’, ha quedado reformulado el mapa político andaluz porque la ciudadanía ha hablado alto y claro. Basta interpretarlo. Si exceptuamos las fortalezas rojas inexpugnables de Armilla, Gójar, Íllora, Alfacar o Huétor Santillán, desde hoy esta provincia se ha vestido de azul en la mayor parte de los pueblos clave. Y esto, claro, obliga a tomar decisiones en la ejecutiva provincial socialista. Desde Sevilla y desde las agrupaciones locales debieran dejar libertad a la serenidad honesta y competente del secretario general, José Entrena, para reconstruir un partido que solo dejará de estar prisionero cuando recupere a personas con carisma y prestigio que representan la esencia socialista para los espacios de mayor visibilidad y mande a casa a tanto advenedizo con pretensiones prohijado por Espadas o Ferraz. Porque son, ellos sí, los máximos responsables de la debacle. En tanto que eso sucede, mientras canta la calandria y responde el ruiseñor, el destino de Granada tiene nombre propio: Marifrán Carazo.

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