Olona nunca tuvo discurso ni ideología verdadera, ni siquiera en sus tiempos de mayor agresividad verbal

En España se ha leído a Antonio Machado poco y mal. Se han concentrado en los recuerdos del patio de Sevilla donde madura el limonero y se han olvidado del magisterio verdadero, del compromiso ético de Juan de Mairena o Abel Martín, poetas apócrifos donde subyace lo más hondo de don Antonio, voz recia de la verdad del pueblo, diseccionando lo intrínseco de la idiosincrasia española. Incluso, con el paso del tiempo, hemos perdido de vista ‘Campos de Castilla’ donde escribió serenamente: “Ayer soñé que veía/a Dios y que a Dios hablaba;/y soñé que Dios me oía…/Después soñé que soñaba”.

A Macarena Olona debieron leerle esto de niña y se le ha quedado una suerte de impregnación epidérmica del sentido general -literal-, que es lo que se antoja que subyace en esa visión de su porvenir que ella afirmó haber tenido en la Alhambra y que se resume con la frase lapidaria de aquel lejano febrero, cuando la derecha ultramontana de Vox dejó de ser su cortijo: «Si vuelvo será en Granada o no será». Y resulta que ha vuelto, soñando caminos, entremezclando a Juan Ramón con Machado, confundiendo, como la paloma albertiana, el norte con el sur, el corazón con la casa. Se presenta por Granada con el totum revolutum daliniano que denomina ‘Caminando juntos’ y que suena más a eslogan de grupo de autoayuda (con gurú falso incluido) que a partido político. Porque la política debiera ser algo más serio, con liderazgos sólidos de personas con alta cualificación que, generosamente, dedican sus esfuerzos a los demás desde un posicionamiento ético centrado con la búsqueda de soluciones a los problemas ciudadanos. Es decir, que tal y como está el patio electoral, van a servirnos menos de una docena. Por lo pronto Macarena se ha calzado sus tacones, uno rojo y otro azul, para evidenciar que a ella le valen todos los votantes; que es clásica y moderna a la vez, innovadora y tradicional, de izquierdas y de derechas, monárquica y republicana, católica y atea. En resumen, transversal, que es la forma eufemística de no decir nada.

Porque Olona nunca tuvo discurso ni ideología verdadera, ni siquiera en sus tiempos de mayor agresividad verbal. Lo que sí tuvo fueron hordas de hooligans animándola a insultar para inmolarse después; y, cuando le surgió la ocasión de regresar a su puesto de trabajo después del fracaso abisal en las elecciones andaluzas, no aprovechó la oportunidad de correr sin mirar atrás. De retornar a la vida discreta de la que habló Fernández de Andrada en su ‘Epístola moral a Fabio’: “Una mediana vida yo posea, /un estilo común y moderado, /que no lo note nadie que lo vea”. Su lema vital es ahora el de esa mezcolanza estrafalaria que lidera, “caminando con el pie izquierdo y con el derecho”. Lo que nadie sabe es por dónde va a transitar con esos tacones de aguja. Desde luego, no parece que vaya a ser por los senderos rurales de los pueblos. No se enteran ni ella (ni muchos otros) de que la política no era esto, de que no pueden volver al pasado, a lo que pudieron ser y no fueron. Porque releyendo a Machado se da una cuenta de que ya somos distintos y, de aquel tiempo gris, por fortuna para la democracia verdadera, sólo quedan difusas estelas en la mar.

FOTO: Macarena Olona y su mensaje en Twitter

 

 

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