Hace unos días, bien temprano, mientras zancajeaba por el casco viejo, acción que me proporciona gran placer y practico con asiduidad, fijé mi vista, siguiendo el vuelo raudo de una de esas golondrinas que cada vez vemos con menos frecuencia, en la torre de la iglesia; me encontré, con gran sorpresa y satisfacción con la existencia de un nueva campana, en una de las ventanas de la fachada sur del campanario. Preguntando por este nuevo elemento que viene a completar el cuerpo de campanas de nuestra iglesia parroquial, me comentan que se ha colocado para conmemorar el 400 aniversario de la construcción del templo, de lo que ya hemos escrito en nuestra gacetilla. Por la tarde, con la cámara en la mano pude fotografiarla.
 
Siempre me he preguntado si nuestra torre otrora tendría más campanas. La respuesta aún no la tengo; lo que si sabemos es que ahora, si tiene una más. A mí al menos, me gusta.
Para terminar con esta entrada, voy a transcribir el artículo publicado hace ahora 20 años en el especial de las fiestas de IDEAL, titulado “El sonido de nuestras campanas”. Viene que ni a pelo…
 
<<Hace no muchos años, por el entramado callejero del viejo Atarfe, envuelto entre miles de silencios, paseaba un sonido metálico que periódicamente emitía el carrillón del campanario de la iglesia. Asomadas a las ventanas de media punta de la torre mudéjar, su tintineo participaba del quehacer cotidiano y formaba parte de la vida de los atarfeños. Su soniquete llenaba de alegría, de duelo, de alerta y peligro las calles y plazas de nuestro pueblo. Hoy en día, las melodías que entonan nuestras esquilas han cambiado, desde que fueron electrificadas. Han dejado de ser un medio de comunicación para convertirse en testigos casi mudos del paso del tiempo.
 
Las tres campanas de nuestra iglesia tienen nombre. El martinete es la más pequeña y se localiza en la cara norte, en el lateral que da a la calle Real. Su sonido es agudo y melodioso, muy parecido fonéticamente a un “TIN”. La campana que da a la calle San José es la mediana y suena como un “TAN”. La campana que mira a la Plaza de la Iglesia es la gorda y suena grave y fuerte, como un “TON”. Esta campana, es la que se escucha cuando el viejo reloj da las horas.
 
Aunque en la década de los setenta ya había televisiones en los hogares, era la radio quien hacía más entretenida la tarde a muchas mujeres que arropadas en torno a un brasero de picón, quien sabe sí tostando castañas o calentando un poquito de café del “güeno”, terminaban afanosas las tareas del hogar, zurciendo algún descosido o tejiendo un saquito de lana para el no muy lejano invierno. Las mujeres más ancianas, vestidas de un negro zaino permanente, guardaban un luto eterno por aquel familiar que murió, por el que doblaron las campanas, casi siempre hacían croché. Por su parte los hombres en la vega, esperando esa lluvia que se resiste a llegar (maldito clima el nuestro) aguantaban hasta la caída de la tarde para regresar a la casa, no sin antes pasar por la taberna o por la barbería a compartir un “gorrión”, una partida de “pellejo” o una entretenida tertulia. Para los niños, las tardes de invierno eran más frías e invernales, cuando jugando, no muy lejos de la torre, las tres protagonistas de nuestra historia cubrían de luto las plazas y calles de la población, acelerando la oscuridad de la tarde y con ella la llegada de la noche.
 
Tin-Tan, Tin-Tan. Tin-Tin-Tan, Tin-Tin-Tan, Tin-Tin-Ton…. repetidas veces sonaban las campanas, acompasadas por el miedo de unos monaguillos, los cuales entre penumbras y tan sólo iluminados por una tenue luz que se colaba por un ventanuco al cuarto de los cordeles, anunciaban al pueblo la muerte de un vecino. Han sido dos clamores, murmuraban entre tanto las mujeres alrededor de la mesa camilla. Han sido dos clamores decían los labradores en la vega. ¿Quién habrá muerto? Era la pregunta que yacía en el aire. Es una mujer, han sido dos clamores.
Si, los clamores eran diferentes en función del sexo del finado. Si el difunto era mujer el martinete y la mediana tocaban al unísono dos veces para posteriormente incorporar al pentagrama el bronco sonido de la “gorda”. Si por el contrario era hombre, tres veces golpeaban a la vez los badajos sobre el metal fundido de la mediana y el martinete. Un luto cubría el cielo del pueblo y llenaba el aire de oraciones por el eterno descanso del alma del difunto.
 
Las campanas repetían su mensaje y el día del entierro, después de todo un día de “mortorio”, el carrillón anunciaba la hora de la despedida última. Media hora antes de la misa de difuntos, las campanas doblaban de nuevo. Al terminar la campana gorda sonaba cuarenta veces, ton, ton, ton…. finalizando con un suave ton, el primer toque. Esta monótona melodía se repetía dos veces más, segundo y tercer toque, quince minutos antes y a la hora del funeral.
 
Al menos ciento veintiséis veces diarias, repartidas en 41, 42 y 43 golpes, chocaba el badajo de la campana gorda contra el bronce que la conforma. Este toque rutinario era el encargado de anunciar a la feligresía, la celebración de la misa diaria. Sin embargo, los domingos, días de guardar o ante cualquier acontecimiento, las campanas sonaban diferentes. Eran días de fiesta y por eso su melodía era más alegre. El repique comenzaba con seis golpeos del martinete, tin, tin, tin…, para después incorporarse a la interpretación formando dueto, el sonido de la mediana tin-tan, tin-tan, tin-tan…. Por su parte, la campana gorda en perfecta armonía con sus hermanas pequeñas sonaba con un ton, ton-ton, ton, ton-ton…
Cuando la tragedia del fuego aparecía en algún hogar, era de nuevo la campana gorda quien, en un arrebatado toque, en un intento de socorrer al vecino afectado, sonaba afanosamente sin ritmo, acelerada, ton, ton, ton…
 
Lo descrito anteriormente forma parte de la memoria colectiva de gran parte de las gentes de nuestro pueblo. Es seguro que quedan en el olvido alguna de las melodías que las campanas de nuestra iglesia han interpretado en sus años de vida. Por eso, hay que seguir investigando sobre su origen para que, en fechas próximas, podamos incorporar nuevos conocimientos al acervo cultural y patrimonial de los atarfeños.>>
 
Gacetilla y curiosidades elvirenses.
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