Las musas de un excéntrico mujeriego
Gustav Klimt y las mujeres: amantes y confidentes, nunca esposas…
Fueron sus amantes y confidentes. Se rodeó de ellas, las pintó, pero no se casó con ninguna. Estas son algunas de las mujeres de su vida. Otras —como la retratada en el cuadro más caro de Europa— siguen ensombrecidas por el misterio.
Dama con abanico [Dame mit Fächer] estaba terminado en el estudio de Gustav Klimt cuando el pintor austriaco murió de manera repentina en 1918. Este cuadro —que puedes ver más abajo— se acaba de convertir en la obra más cara subastada en Europa: 99,2 millones de euros, superando los 77,5 millones del récord anterior, pagados por una escultura de Alberto Giacometti. La protagonista de la obra de Klimt es una mujer desconocida. Pero no todas las damas retratadas en sus cuadros lo son.
Klimt fue un tipo excéntrico, que vestía amplias túnicas y pintaba a mujeres desnudas en poses eróticas. Fue un hombre visionario, impulsor del movimiento Secesión, que anticipa las vanguardias y revoluciona la concepción artística a principios del siglo XX en Viena.
También fue mujeriego. Pero nunca se casó. Una de las mujeres más importantes de su vida fue Emilie Flöge. La llamó en su lecho de muerte, le legó la mitad de sus bienes y se cree que ella es la modelo de El beso.
No se sabe si fueron amantes o amigos con una conexión especial. Se conocían bien porque un hermano de Klimt se había casado con una hermana de Emilie. Tenían una sobrina en común. Y, cuando murió el hermano del pintor, Gustav fue uno más en casa de los Flöge, una familia creativa e inquieta: las tres hermanas, Emilie, Pauline y Helene, abrieron una tienda de moda que era punto de encuentro de la alta burguesía y las nuevas tendencias artísticas de Viena.
En el negocio de las hermanas Flöge, todo era moderno: el logo, ideado por Klimt; la decoración; y los vestidos, con unas geometrías llamativas. Una de sus clientas, Mäda Primavesi, también posó para Klimt.
Al pintor lo llamaban millonarios para que retratara a sus mujeres. El empresario azucarero Ferdinand Bloch le pidió que pintara a su mujer y Adele Bloch-Bauer quedó inmortalizada en dos retratos: uno de 1907 y otro de 1912, rebautizado por los nazis como La dama de oro; en la imagen principal de este reportaje se puede comprobar la pericia de Klimt en convertir a Adele en obra de arte. Se sospecha que hubo algo entre el pintor y Adele, una mecenas que recibía en su casa al escritor Stefan Zweig, a los músicos Alma y Gustav Mahler, al psicoanalista Sigmund Freud o al filósofo Ludwig Wittgenstein. Precisamente, la hermana de este pensador, Margarete, fue otra musa de Klimt.
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