Lo que pasa en este país es que no sabemos bien dónde ubicar los jarrones chinos, que son una metáfora perfecta para definir lo que representan algunos antiguos mandamases que creyeron que España no existía hasta que llegaron ellos.

La cosa la explicó bien González cuando todavía le quedaba algo del Felipe/Isidoro salido de Suresnes, cuando aún no había mutado en activista del IBEX 35, al afirmar que los expresidentes son como jarrones chinos en apartamentos pequeños: no se sabe bien donde ubicarlos porque no encajan con la decoración moderna, pero tampoco se atreve una a tirarlos por su teórico valor, a pesar de que estorban en todas partes. La definición refleja muy bien lo que está sucediendo con él y con quien fuera su escudero, Alfonso Guerra.

Desde hace años nadie sabe muy bien cómo gestionar los problemas que causandos señores que, sí, construyeron las bases ideológicas del socialismo español moderno, pero que hace mucho que se han dejado el argumentario serio olvidado en beneficio del chascarrillo fácil, del machismo del tradicionalismo patriarcal cañí evidenciando hasta qué punto creen que tienen patente para decir lo que les venga en gana. Y esta semana les ha venido en gana, aprovechando la presentación de las memorias de Guerra, ironizar sobre si a la vicepresidenta Yolanda Díaz, una mujer “sin esencia” -que es como decir que no tiene personalidad, le da tiempo o no de prepararse el trabajo entre sesión y sesión de peluquería.

Escucharlo en la voz de quien antaño fue todo en la izquierda, del Maquiavelo que levantó el brazo de Felipe tras aquellas elecciones del 82 con las que se vino a poner un punto y aparte al modo de gobernar de UCD, resulta bochornoso. Y no por ser del partido que más ha trabajado por la igualdad en las últimas cinco décadas (que también, conste esto) sino porque, pudiendo cuestionar la insensatez que supuso que la líder de Sumar acudiese a una reunión en Bruselas con el prófugo Puigdemont para hablar de acuerdos de investidura con la amnistía de fondo y obviando la separación de poderes constitucional, ha elegido malversar el prestigio que le quedaba criticando la imagen de la dirigente gallega.

No es la primera vez; hace unos meses la definió como «Mélenchonvestido por Christian Dior». Lo de los chascarrillos de Guerra ha venido siendo una constante, sí, pero aquí el tema subyacente es si el sevillano hubiera dicho lo mismo si fuese un hombre en vez de una mujer la protagonista de la historia del encuentro con el tipo que pretende dinamitar la unidad de España. Evidentemente no, y ahí reside el problema: en que la edad no los ha hecho más sabios. No se entienda esto como una crítica a los/as referentes; a quienes, con su autoridad moral, su buen hacer y su consejo eficaz nos han hecho lo que hoy somos. Esa gente a la que tanto se le debe es hoy más necesaria que nunca en los espacios de toma de decisiones para reorientar la brújula, para no perder el norte y seguir avanzando en el progreso nacional desde la unidad y la inteligencia. Por eso, con su apoyo indispensable, podremos sobrevivir si los jarrones chinos se nos hacen añicos. Aunque sea en el momento menos oportuno y nos pille, ay, con estos pelos.

FOTO: Felipe González y Alfonso Guerra en la presentación de ‘La rosa y las espinas’. / Jesús Hellín / Europa Press

A %d blogueros les gusta esto: