Las telaras de La Zubia, mujeres pioneras que tejieron también derechos
Hace 41 años, un centenar de trabajadoras del telar La Alpujarreña de La Zubia protagonizó un encierro en la Catedral y lograron parar el traslado de la fábrica. Conversamos con seis mujeres que trabajaron en la fábrica y lucharon activamente por conquistar derechos.
Hilo a hilo y nudo a nudo, las manos de las mujeres que durante décadas han trabajado en el histórico telar La Alpujarreña de La Zubia han confeccionado alfombras que lucen en el Congreso de los Diputados, el Teatro Real, hoteles de lujo como el Ritz y palacios y estancias de diferentes países. Un trabajo artesanal y admirado al que se suma un legado menos conocido, su valentía y determinación a la hora de reivindicar derechos para las mujeres trabajadoras y su decisiva contribución a que la fábrica no se deslocalizara y siguiera en la localidad metropolitana.
Este miércoles, un encuentro organizado por el área de la Mujer de la Unión Provincial de CCOO y de la Federación de Enseñanza de CCOO Andalucía, homenajea a las telaras de La Zubia tras cumplirse el 41 aniversario del encierro que protagonizaron en la Catedral de Granada para impedir el traslado de la factoría. Será en la Archidiócesis de Granada, frente al templo en el que permanecieron cinco noches y seis días por la continuidad del telar.
«Los derechos hay que lucharlos, y si no se lucha, se pierden». Es una de las reflexiones que comparten con El Independiente de Granada seis telaras de La Zubia, en una conversación en torno a un café, junto a las responsables de la Mujer de CCOO en Granada, Clara Castarnado y de la Federación de Enseñanza de CCOO Andalucía, Trini Montes. En las mesas que juntamos para poder conversar, a pocos metros de la Catedral de Granada, se sientan Encarnación Molina Montes, Conchi Quesada Jiménez, Mari Carmen Molina Montes, Angelina Garzón Fernández, María Luisa Molina Travieso y Chari Vargas Sánchez.
Hablan con convicción, la misma que mostraron durante los años en los que trabajaron como telaras en La Zubia para reivindicar sus derechos. Una «lucha continua» desde 1977, cuando pelearon por la calefacción o la hora del bocadillo, y que en 1982 las llevó a ser protagonistas de un encierro en la Catedral de Granada para evitar que el traslado del telar. Eran muy jóvenes en ese momento, con edades entre 15 y 24 años -«algunas salían del telar y se ponían a jugar a la Rayuela»-, y llama la atención la valentía con la que afrontaron la lucha por las mejoras salariales y laborales, y por la continuidad de la fábrica.
«Sí, éramos valientes», afirman al recordar cómo lucharon por sus derechos laborales
«Sí, éramos valientes», afirma María Luisa Molina Travieso mientras recuerda junto a sus compañeras cómo fueron aquellas batallas. Para no cobrar menos que los hombres, a pesar que sobre sus manos recaía la responsabilidad de la confección del producto; para acabar con la ‘demasía’, lo más parecido a lo que hoy conocemos como plus de productividad; para que las aprendizas cobraran desde su incorporación al telar, y no tiempo después como fue durante años…
Todo ello, como recuerda Encarnación Molina Montes, con la ayuda de los sindicatos, a los que acudían al finalizar su jornada para reunirse en asamblea y organizarse. El punto de inflexión, como señalan, de aquella lucha, amparadas por un comité de empresa, se produjo en 1982, en plena negociación de un nuevo convenio colectivo. En ese momento, al incremento salarial y la equiparación de sueldos con el de los hombres -en minoría en la fábrica-, además del derecho a acudir al médico, se sumó un grave problema que fue los planes para trasladar la producción a Filipinas. Durante un tiempo, compañeros de la fábrica estuvieron desplazados en lo que creían que era un arreglo de telares. Pero al regresar, según explican, conocieron que la idea era llevarse la fábrica a aquel país.
De izquierda a derecha, Encarnación Molina Montes, Concepción Quesada Jiménez y Mari Carmen Molina Montes. Las tres formaron parte del centenar de mujeres que se encerraron en la Catedral.
De izquierda a derecha, Angelina Garzón Fernández, María Luisa Molina Travieso y Chari Vargas Sánchez.
La empresa fue fundada en 1922 por el pintor José Pérez Ortiz y su primer emplazamiento estuvo en el Albaicín. El telar, que llegó a tener en sus primeros años sucursal en Estados Unidos, se ubicó en La Zubia en 1930 y se convirtió en un gran motor económico.
En 1982, la pérdida de la fábrica suponía un duro golpe para la localidad y los municipios del entorno. El de las telaras era un sueldo fijo, en muchos casos los únicos ingresos estables de las familias cuando los hombres trabajaban en el campo. Estos sueldos se traducían en actividad económica en los establecimientos de La Zubia. Y también les ayudó a forjar conciencia de libertad. Como cuando, con la excusa de «afilar las tijeras», herramienta clave para cortar hilos y nudos, pasaban las tardes en Granada «comiendo un bocadillo en el Aliatar» o probándose trajes de gitana en los Vázquez.
Cinco noches y seis días de encierro
Un centenar de telaras y una decena de trabajadores del telar se encerraron, el 27 de mayo de 1982, en la Catedral de Granada. Ocho de ellas, como Conchi, embarazadas. Fueron cinco noches y seis días. «No sigáis que rompo a llorar», dice una de ellas mientras explican lo duras que fueron aquellas jornadas en las que recibieron el apoyo de todo el municipio, que secundó una huelga en apoyo a su reivindicación.
En 1982, para evitar el traslado de la fábrica a Filipinas, un centenar de telaras se encerró en la Catedral de Granada
Para empezar, el momento en el que decidieron quedarse en el templo, con la Policía Nacional interviniendo para un desalojo que se descartó. Los colchones se desplegaban de noche y se recogían durante el día, mientras se negociaba. No olvidan el aseo durante esas jornadas en una pila de agua fría y tampoco las horas que dedicaban cada día a limpiar el templo.
Y se consiguió. Un éxito para unas mujeres trabajadoras que marchaban en las manifestaciones reivindicando a su sector: «¡Textil, madera, metal, huelga general!», clamaban en algunas de esas movilizaciones en unos momentos de agitación política y social, de consecución de derechos en una democracia incipiente, y aún años antes, cuando ni siquiera había llegado.
Un éxito que, como otras reivindicaciones, no fue fácil. Porque estaba en juego su trabajo. «Con lo que le costó a mi madre que entrara de aprendiza», recuerda Mari Carmen Molina Montes para poner de manifiesto lo que se jugaba si la echaban. Pero si amenazaban a una con echarla: «si se va ella, nos vamos todas». Es la fuerza colectiva con el respaldo de un comité, insisten. Porque eran mujeres y no se entendía en ese momento su determinación. «No te destaques», era el consejo más repetido por las madres. Y otras represalias, como el ‘Barrabás’, que era «un telar malo», como explica Chari Vargas, que tuvo que usarlo por ello en alguna ocasión.
Años más tarde la lucha seguía. Y hubo otra sonada reivindicación en 1987, por los problemas de la fábrica y las medidas decretadas por parte del Instituto de Fomento de Andalucía. En la Torre de la Vela de la Alhambra permanecieron durante cuatro horas con una gran pancarta, logrando «la solidaridad de dos parejas extranjeras», quienes, tras conocer su problema laboral, se sumaron a su protesta.
Pero de esos años guardan otros recuerdos entrañables que comparten durante el encuentro con este diario. Como los botes de uvas en anís que, a escondidas, saboreaban en las fechas navideñas durante las jornadas, que cuenta entre risas Angelina Garzón, que recuerda también los tiempos en los que, al mediodía, tocaba rezar el Ángelus.
También la solidaridad, porque si alguna de las compañeras tenía un problema -una gotera en un tejado o cualquier otro contratiempo doméstico- o atravesaba por un mal momento, entre todas aportaban dinero para ayudar. Una especie de «caja de resistencia».
Como destacan Clara Castarnado y Trini Montes durante el encuentro, la experiencia de estas mujeres es feminismo y sororidad.
La fuerza del movimiento asociativo de mujeres en La Zubia
Encarnación, Conchi, Mari Carmen, Angelina, María Luisa y Chari hablan con orgullo de esa lucha por sus derechos y de su trabajo, que era completamente artesanal. Lo sigue siendo en el telar, pero ahora con la ayuda de otras herramientas que hacen más fácil la tarea. Repasan los lugares donde lucen las alfombras de La Alpujarreña, confeccionadas en La Zubia. Y resaltan que otras muchas, que se atribuyen a la Real Fábrica, en realidad salieron de la localidad granadina o fueron rematadas por sus telaras. Están «por todo el mundo», apuntan con anécdota incluida. La de Angelina, que en una ocasión, en unos conocidos grandes almacenes londinenses, buscó en la etiqueta para comprobar de qué manos habían salido. Porque, como indican, cada una de ella tenía un número como operaria que se reflejaba en la etiqueta. O esa costumbre de mirar el revés de las alfombras para apreciar el trabajo de otros.
Y resaltan también cómo de las asambleas en los sindicatos pasaron a las asambleas de los colectivos de mujeres, en los que muchas de ellas se implicaron, como la Asamblea Clara Campoamor de La Zubia, un municipio con una fuerte tradición de asociacionismo de mujeres y de lucha por la igualdad.
Organizado por la Unión Provincial de CCOO Granada, cuya responsable del área de Mujer es Clara Castarnado, y la Federación de Enseñanza de CCOO Andalucía, con Trini Montes en el área de Mujer, el homenaje tendrá lugar este miércoles, 15 de noviembre, en la Archidiócesis de Granada, en la Plaza de Alonso Cano, frente a la Catedral en la que hace 41 años estuvieron encerradas luchando por sus derechos.
Como resalta Clara Castarnado, su huelga no fue solo un «acto de resistencia», sino también «un grito de solidaridad». Por ello, tanto Clara Castarnado como su compañera Trini Montes animan a seguir «inspirándonos en su legado» y «luchando por la igualdad de género y por mejores condiciones laborales para todos y todas».
FOTO: Seis de las telaras de La Zubia, protagonistas de este reportaje, a las puertas de la Catedral de Granada. INDEGRANADA
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