Nos acaban de encender las luces navideñas y, coincidiendo con la etapa que se nos avecina como una losa de consumismo, se han hecho públicas las listas de espera sanitarias por comunidades.

Lo cual que, la consejera de Sanidad, Catalina García, seguramente poseída por el espíritu prenavideño, ha asegurado que el sistema funciona “como nunca y con números récord”; se referirá, indudablemente, al nivel de ineficacia que padecemos que, efectivamente, no tiene comparación. Afirmaba Campoamor en sus ‘Doloras’ que, “en este mundo traidor/nada es verdad ni mentira/todo es según el color/del cristal con que se mira”. Recordando esto, una, que es curiosa por naturaleza, tendría interés en saber el color del cristal que usa doña Catalina para ver esa situación exitosa, porque se antoja kafkiano que alguien con una responsabilidad tan seria pueda hacer tal afirmación sin sonrojarse.

Por eso el presidente Moreno Bonilla, que tiene más manejo de la oratoria y que sabe que la realidad de las cifras es santa, ha mostrado su preocupación y ha explicado en el Debate del Estado de la Comunidad que se trata de un tema que no lo deja dormir. Natural, lo mismo que a muchos de esos pacientes que aguardan cita desde hace más de un año con el especialista para tener un diagnóstico o una cirugía que les mejore la vida (es decir, el triple que en la lista anterior).

Pero, llegados a este punto, la buena voluntad del Presidente no basta; se necesita atajar con premura esta negligencia (la falta de actuaciones eficaces que se disimulan en los últimos tiempos con la externalización de servicios a clínicas privadas) poniendo al frente de la consejería con más presupuesto de su gobierno a una persona cualificada que sepa invertir correctamente; alguien que no se considere la versión jiennense de David Copperfield, aquel ilusionista que jugó a hacer desaparecer durante unos instantes la estatua de la Libertad. Aquí no se puede ocultar a un millón de andaluces debajo de la alfombra sin que se note y esto, pasmosamente, parece no entenderlo la todavía máxima responsable de nuestra sanidad. Argumentos como echar a estas alturas la culpa al PSOE que dejó de gobernar en enero 2019 no convencen, y enfermos y familiares andan a caballo entre la frustración y el enfado que, a la postre, acaban por sufrir quienes trabajan a destajo desde su compromiso ético en el Sistema Andaluz de Salud. Es decir, los profesionales del SAS que comparten la amargura de los enfermos. Tampoco es la solución que se espera de un gobierno ese actitud benefactora con las arcas de los hospitales privados encauzando ahí los casos urgentes, porque tal estrategia sabemos perfectamente cómo acaba. Si se necesitan más instalaciones, médicos y enfermeros, inviértase en el sistema público fortaleciéndolo para el futuro en vez de descapitalizarlo en beneficio de quienes se pusieron de perfil durante la pandemia. Cualquier decisión que no sea defender lo que es de todos nos sitúa en la antesala de un naufragio privatizador de gravísimas consecuencias del que ya tenemos referentes lamentables (véase el Madrid de Ayuso). Como Juanma Moreno aseguró que su modelo era otro, ahora toca que se expliquen con claridad las medidas concretas que van a tomarse para resolver este problema. Y ninguna pasa por sostener a quien, aferrada a la arrogancia, no percibe lo evidente de su fracaso gestor.

FOTO: DIARIO MÉDICO

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