Las mejores series de 2023: Top 10 definitivo del año

Arrancamos con el ranking de las mejores series de 2023. De nuestras series favoritas, te avisamos, pero también dejando que el algoritmo se contagie por las que han tenido más repercusión mediática, que por algo será. O no. Vamos a ello.

¿Culpables de arrancar el top 10 de series con una muy mediática y no especialmente innovadora? Sí. Claro que sí. Pero El cuerpo en llamas, la versión Netflix del llamado crimen de la Guardia Urbana, se lo merece porque se entrega con mucho acierto a un formato de thriller clásico, sin estridencias ni moderneces, y echa toda la carne en el asador del retrato psicológico y social de una pareja de asesinos que el espectador reconoce. Porque los hilos que cosen el guion y las interpretaciones de Úrsula Corberó y Quim Gutiérrez (qué carnales, qué reales) están hechos de un material muy reconocible. Una hoguera de chulería, de chonerío, de machirulismo, de viceversismo, también de abuso y de superficialidad moral, con un resultado compacto y demoledor.

-Final explicado de ‘El cuerpo en llamas’

Hay veces que copiar un producto de éxito parece fácil y otras imposible. Gen V ha logrado con The Boys lo mismo que La casa del dragón con Juego de tronos. Quizás la única posibilidad sea, bueno, ser más o menos lo mismo. El spin-off de la popular serie de Amazon Prime Video sobre un mundo más realista con gente con superpoderes continúa siendo mucho más que una subversión del género más popular del cine contemporáneo. Es una crítica al capitalismo salvaje, al entretenimiento vacío y, por supuesto, una suerte de comedia gore e ideas de lo más bizarras que involucren algún tipo de genital. Esta vez, eso sí, todo centrado en una esfera universitaria que parece haber nacido para el universo de de Eric Kripke y Evan Goldberg.

La tercera temporada de Sex Education fue la mejor de todas hasta el momento y, sobre todo, confirmó que esta producción que arrancó en Netflix con una expectativa discreta se había ganado un hueco maravilloso como referente para la juventud. La cuarta, muy a nuestro pesar, fue la última. Para nuestro bien, también acabó siendo la mejor. A pesar de un reparto algo maltrecho por los abandonos, Netflix consiguió ponerle el lacito a sus personajes, uno tras otro, de forma más que acertada. Todo mientras seguía aumentado su diversidad e inclusión a través de personajes interesantes y bien tratados. Nos deja un recuerdo agridulce, y es que crecer siempre lo es. Pero lo cierto es que también nos dejó con la idea de que, por su etiqueta de comedia romántica juvenil, infravaloramos una serie que otras, presentes y futuras, mucho peores, nos harán apreciar más.

Dentrísimo con reservas. La serie arranca con un piloto que comprime muy bien el previo al desastre pero continúa con una descripción del mundo postapocalíptico que, a poco que te guste el género, te va a chirriar por la cantidad de lugares comunes (la dictadura maligna, la resistencia…) y por elementos que ya hemos visto en decenas de producciones de las dos últimas décadas. A ese bajoncito (con calidad, pero bajón) sigue la sorpresa humanista del tercer episodio, una joya que cruza Brokeback Mountain con el Up de Pixar. Hay quien piensa que traiciona al juego y hay infinitos papagayos que lo desprecian porque «el lobby gay blablabla», pero lo cierto es que es la prueba del verdadero potencial de The Last of Us. Que es usar la travesía entre zombies para dejar huellas profundas, con recovecos embarrados, sobre el sentido de la vida.

Poquita fe era lo que teníamos todos los críticos en esta serie de Montero y Maidagán, los creadores de Justo antes de Cristo y, antes, de Camera Café. Pero qué gusto enorme da cuando te pegan un bofetón de talento de semejante sonoridad. Es sin duda la comedia española del año. Primero por su original formato, que se puede parecer al de otras comedias geniales de Estados Unidos (falso documental, edición a saco, duración cada vez más corta), pero es que parece inventado para el absurdo cotidiano que envuelve a la pareja formada por Raúl Cimas y Esperanza Pedreño. Decir que están ‘en estado de gracia’ se queda corto. Doce capítulos, uno por cada mes del año, para un maratón que te va a regalar algunas escenas que están ya en el olimpo del humor chanante.

Como ocurrió con Arcane: League of Legends o Cyberpunk: Edgerunners, Netflix nos ha vuelto a uno de sus mejores productos originales del año en forma de animación. Sus personajes, estilo y temas no solo se basan en el legendario Astroboy de Osamu Tezuke, sino que todo parte del manga de 2008 de Naoki Urasawa, autor del magistral Monster, cuyo legendario anime también podemos encontrar al completo en Netflix. Podemos decir que Pluto tiene una historia a medio camino entre Terminator y Blade Runner, o en términos de anime, entre Ghost in the Shell y Neon Genesis Evangelion. En un mundo donde humanos y robots ya están casi a la par, surge el que podría confirmarse como el primer asesino robot en muchos años, todo mientras los robots más avanzados y «humanos» del mundo comienzan a ser misteriosamente exterminados. El conjunto es un relato con toques policiacos, acción y violencia pero también con mucha reflexión humanista, siempre delicada y profunda.

Hirokazu Koreeda, al que encontraréis en el puesto número 2 de nuestro Top de mejores películas de 2023 con Monster es uno de los mejores cineastas de las últimas décadas. Sin embargo, ni con esas esperábamos que esta incursión suya en las series fuese a gustarnos tanto. De primeras era una producción de Netflix en forma de live-action de un anime de slice of life de éxito moderado, pero el acierto del reparto y el talento tras la cámara lo elevó por completo. Cuenta la historia de dos amigas que acuden a una casa de Geishas para convertirse en aprendices, o Makanais. Una tiene todo el talento del mundo para ello… La otra se transforma en la cocinera de la pequeña residencia para no abandonar a su amiga. Pero la trama, pura vida diaria, es lo de menos en una serie deliciosa de observar, y no solo por la cantidad de comida que vemos, sino por su atención al detalle, sus infinitas sutilezas, el amor nada cursi que desprende por una amistad, un simple bollito o un comentario ácido entre amigas.

Mappa ha regresado casi tres años después con el anime del manga más popular del momento, y no ha decepcionado. Primero, con un arco corto que nos enseñó el pasado de Geto y Gojo. Después, le tocó el turno nada menos que un dramático arco alrededor de la estación de metro de Shibuya que ha hecho historia (y mucho drama) semana a semana desde Crunchyroll. Desde luego, la historia creada por Gege Akutami tiene el adjetivo de «fenómeno» bien merecido. Pero, para los más despistados o los que todavía no entran al género shonen, les diremos que Jujutsu Kaisen nos lleva a un mundo contemporáneo dónde unos humanos con la capacidad de usar poder espiritual se dedican a exorcizar maldiciones, invisibles a nuestros ojos. Pero esto es solo la premisa de un mundo lleno de terror, personajes carismáticos, batallas espectaculares y un drama lleno de muertes que hace que Juego de tronos parezca un spin-off de Pocoyó.

El grado de adicción a Succession, la mejor serie de los últimos años para un alto porcentaje de la población seriéfila, alcanzó su cima con la guerra total entre Logan Roy y sus hijos. El batiburrillo Shakesperiano que suele habitar en el corazón de estas producciones enormes sobre gente rica y poderosa finalmente declinó hacia una fascinación postmodernilla en la que el verdadero lujo era deleitarse en el decapitamiento moral servido el diálogos de plata, y no tanto buscar redondez argumental en lo que, siendo sinceros, llevaba siendo un bucle resultón desde casi la primera temporada. Cuando el espectador es capaz de perdonar cualquier giro escabroso de raccord emocional es porque ha decidido, hemos decidido, que aquí buscamos otro tipo de satisfacción. Y la hemos tenido, ¿no?

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Una década después de su debut con La llamada, Javier Ambrossi y Javier Calvo confirman que tienen línea directa con la inspiración divina. Y que son siervos del trabajo duro para bajar a tierra, con mimo y esmero, lo que sale de sus cabezas. La Mesías es una señora serie, ancha y profunda, expansiva e introspectiva, de las que generan conversación entre la gente y también con uno mismo. En concreto con el niño que fuiste y al que, como a todos, le pasaron cositas. Es verdad que los creadores han sobreactuado un pelín al tratar de desmarcarse de la historia real de las Flos Mariae como fuente de inspiración, pero es que el germen que ahí palpita es tan potente que da sentido pleno a esta exploración castizo-avant garde de cómo la necesidad de creer para sobrevivir puede generar monstruos. Y el que aquí se retrata es ya un icono perpetuo de la ficción española. Un monstruo de tres cabezas, las de Ana Rujas, Lola Dueñas y Carmen Machi. Qué fuego, qué desvarío, qué don. Qué maravilla también Macarena García, Roger Casamajor, Albert Pla, Amaia, las niñas, los niños… Una gloriosa locura al alcance de muy pocos elegidos.

Por Gonzalo Cordero y Rafael Sánchez Casademont

FOTO: Esquire

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