«LA CANCIÓN DEL CORSARIO» por Remedios Sánchez

Cuando el diluvio, cuarenta días y cuarenta noches estuvo lloviendo sobre la tierra, contaba el Génesis. Lo de Vox no es un diluvio, pero si un boquete perpetuo que mantiene la cubierta del barco llena de agua que no hay manera de taponar.

Las fugas de Macarena Olona o Iván Espinosa de los Monteros; la caída en desgracia de Carla Toscano, Ortega Smith y tantos otros que estuvieron en aquellas primeras fotos fundacionales empezaron a tener consecuencias en las elecciones de junio donde la ultraderecha se pegó un calamorrazo (en granaíno, calamonazo) con la pérdida de 19 escaños de los 52 que tuvo en 2019 sólo comparable al de Podemos de Belarra y compañía. Y ha pasado lo de siempre: que cuando el dinero -en este caso el acta- sale por la puerta, el amor salta por la ventana y son muchos los que estaban (y están) cuestionando sottovoce al amado líder y su cúpula de radicales enrocados en este pifostio que hasta los ha llevado a votar en contra de que se retire de la Constitución el término “disminuido” o a argumentar que es natural que un 44,1% de los hombres se sientan discriminados por las políticas gubernamentales de igualdad. Cualquier cosa por llamar la atención, aunque sea una payasada.

Por eso, viendo lo que se avecina, Abascal se ha calzado las botas de agua y, lo mismo que Noé subió al arca con una pareja de cada especie, él se ha reunido en la proa de la nave con sus fieles y con algunos infieles periféricos a ver si da la impresión de que están solo de reforma, reubicándose más hacia la derecha por ver si queda alguien de Fuerza Nueva o asimilados que aún no se haya sumado al verde que te quiero verde ultramontano. Les ha dado igual, claro, que -pasando ya al Nuevo Testamento- sean muchos los votantes que se hayan caído del caballo, como Saulo/Pedro, y hayan retornado al acogedor espacio de la derecha socialdemócrata y civilizada dentro del PP y, en vez de enmendarse, se radicalizan. Además, por si quedara algún cargo o militante que todavía apreciase la pluralidad española y a fin de no darle tiempo a reaccionar, han adelantado cuarenta días las elecciones, por aquello de seguir manipulando los símbolos católicos, como sucedía allá por los tiempos de Torquemada.

Normal: cada uno se ajusta al periodo histórico en el que se siente más cómodo. Y don Santiago donde se siente cómodo es cerca del boquete que queda justo al borde de la confrontación perpetua, del hundimiento, si tomamos en consideración sus declaraciones y sus actuaciones. De esta manera se justifica el equipo con el que revalidará, sin oposición reseñable, el liderazgo de un grupo político que ha empezado a tener serias vías de agua que únicamente ellos no ven. Qué lejos queda ya aquel cariño a Macarena en Andalucía, los afectos compartidos con Iván Espinosa en el Congreso de los Diputados, la complicidad de Cristina Seguí o el apoyo a Ortega Lara. Da igual, lo importante es el poder al precio que sea. Santiago Abascal sigue adelante “y su oculta intención nadie penetra”, como la del corsario de Byron, teóricamente dispuesto a naufragar con el buque.  Lástima que hasta en los peores gestos imite al aventurero byroniano porque “no sabe dar su orgullo otra respuesta”.

FOTO: LIBERTAD DIGITAL

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