«LAS LUCES, JUAN, LAS LUCES» por Remedios Sánchez

Cuando en la infancia nos enseñaban los colores, el gris era siempre extraño, triste melancolía del olvido, porque nunca sabías en qué parte del dibujo incluirlo salvo para poner sombras. Ni era primario, ni secundario ni terciario; era esencialmente confuso y, ahora, Juan Espadas lo ha recuperado como el tono de moda para representar su gestión opositora de cinco años que manifiestamente oscila entre el gris y estas sombras. Y no, Juan no ha entendido que ni siquiera el gris ni la sombra pueden salvarlo a estas alturas. Menos aún la sombra de la sombra, ese proto-gobierno de técnicos que, aunque tiene algunas luminosidades aquí y allá, no podrá hacer el milagro de que relumbre una ejecutiva descolorida y rota.

La reunión de la semana pasada, esa arenga que Espadas ha filtrado a los medios, sólo revela a un señor asustado que se resiste a marcharse y por eso cesa a media ejecutiva para sustituirla por otra más umbría aún. La salida de Noel López que, como un Bendodo de la izquierda pasa a un tercer plano de la foto, haciendo presagiar su desembarco en Granada y generar otro desastre por estos lares; o la marcha necesaria de Ángeles Ferriz (siempre quiso ser Susana, pero se quedó en marca blanca, anclada a su perfil discursivo de arrabal) se han querido difuminar con la inclusión de esa incorporación de expertos independientes que, en demasiados casos, no son ni una cosa ni la otra.

Pero el problema esencial no está ahí. Reside en la ausencia de liderazgo real de la izquierda que propicia que Juanma Moreno acuda al Parlamento andaluz con la sonrisa puesta, sabiendo que en la oposición no hay nadie al mando.

Porque la operación de Ferraz descabezando en 2021 a la federación más potente de España que era la andaluza, noqueando a Susana Díaz para poner un candidato a la medida de Pedro Sánchez, se ha constatado como un desastre. Susana, guste más o menos, nunca perdió unas elecciones (ganó en 2018 por la mínima, pero ganó), mientras Espadas ha pinchado estrepitosamente frente a Moreno por mucho que pretendan borrarlo, que nadie  se lo recuerde. Más aún en este momento en que don Juan le ha tomado apego al sillón y está dispuesto a prescindir de quien haga falta, siempre y cuando suponga mantenerse unos meses más ejerciendo de mandamás del desencanto, del nadismo.

 Curiosamente, como una suerte de justicia poética, van cayendo en cascada los mismos que en su día vendieron a Susana como demodè y se abrazaron a la modernidad espadista, aunque eso supusiera lo que está pasando, esta amargura frustrada de bases y votantes. Pero no se queda ahí: llama poderosamente la atención cómo se prescinde, además, de figuras carismáticas de referencia y también de las personas con prestigio consolidado. Esos debieran ser quienes tomasen nuevamente el control para recuperar espacios y autoridad en estos tiempos de desconcierto. Entretanto, resulta difícil que pueda venderse la modificación de la ejecutiva como algo que no sea lo que se ve desde fuera: un fracaso. Y cuando se fracasa toca marcharse dignamente, abriendo puertas y ventanas para que entre la luz y los focos alumbren los aciertos asociados a los rostros más valiosos de un partido de Estado y centenario. Si es que quieren, claro, que el socialismo auténtico vuelva a recobrar la primavera.

FOTO: PSOE

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