15 noviembre 2024

Como el último viento frío cuando desdibuja los perfiles del invierno en las noches sin luna te nos has ido, Dolores Montijano, despacio y en silencio, con la discreción elegante que ha caracterizado tu forma de vivir.

Y, sin embargo, sabíamos que estabas; bastaba escuchar tu voz honda, esa risa musical y armónica para tener la certeza del color, de las texturas, el olor a tinta, a aguafuerte o a acetatos en las planchas bien dispuestas en tu estudio. Enmedio, tú sentada, con un cigarrillo entre los labios y otro encendido de reserva, observabas el proceso, grabadora de talento infinito, el buril en la mano y los ojos fijos en algo que sólo tú veías. Después, la magia, el misterio abstracto, un paisaje tal vez (el que percibíamos quienes sólo atisbábamos la superficie del arte), las manchas delimitando los espacios de sombra o luz que distinguías tú, antes de decidir qué singularidad le añadirías para romper la supuesta normalidad del grabado, para aportarle tu genialidad.

Y las formas, Montijano, no me olvido de las formas: que donde yo intuía una montaña nevada, tú, resignada, me explicabas pacientemente que tenía delante un entramado de telarañas en una pared y eso provocaba instantes imborrables porque nos dejabas entre la risa cómplice y la incredulidad, entre la sorpresa y la constatación de que tu universo trascendía al nuestro, que era otro más rico. Tal vez el de aquel París de tu juventud cuando Picasso se acercó para observar la pintura que exponías en el homenaje a Rusiñol y hablasteis de libertad; o el posterior, el de la fraternidad de cultura abierta que fue la Granada de los excepcionales años setenta y ochenta, con José García de Lomas -maestro grabador en la Fundación Rodríguez-Acosta- o, después, con el ‘Grupo Q’ o el ‘Taller del Realejo’. Aquella etapa no la conocí, pero os escuchaba a ti y a Mariluz Escribano (hay hermandades irrompibles, eternas) hablar de Maureen Lucía Booth, de Teiko Mori o de Manini Ximénez de Cisneros y era como acercarse a una historia fascinante que debiera estar en los libros de arte. Pioneras abriendo camino, mujeres fuertes construyendo el futuro entre miradas cómplices, remando a favor de la modernidad con todo en contra. Era el tiempo, también, de Juan de Loxa, de Claudio Sánchez Muros, de Paco Izquierdo o Cayetano Aníbal, de tantos que se fueron antes y que siguen siendo insustituibles.

Ahora te has marchado tú, que eras epicentro último de reuniones en el balcón florido y amical de tu casa, en esos atardeceres de tertulia y helados de ‘Los Italianos’ (cortesía de Claudio) con los pastelillos de Mariluz; mientras, entre anécdota y anécdota, imaginabas y explicabas cómo quedaría el alquitrán en el cuadro de gran formato que, instintivamente, habías diseñado en tu cabeza.

Ay, querida Dolores, qué sensación de tristeza apesadumbrada para quienes vamos perdiendo referentes y afectos verdaderos y, de pronto, ya estamos en primera línea de mar. Hoy escribo sentada frente a uno de tus óleos, aquella ventana de tonos alegres, y pienso en ti, en vosotros juntos y en qué estaréis ideando. Quédate tranquila: tus hijas cuidarán tu legado prodigioso y las apoyaremos. Ah, por cierto, no cojas las llaves de san Pedro para colocarlas en una performance, que nos conocemos… Un beso, Montijano. Hasta la vista, amiga. No te olvides de que te querremos siempre.

FOTO: MCV EN GRANADINAS POR LA LIBERTAD 2 (2019)