Desde que inicié mi camino como bloguero, hace ya nueve años, suelo dedicar una entrada a la memoria de Antonio Machado el  22 de febrero, fecha de su exiliada y penosa muerte en la pensión de Mme. Quintana en Colliure.

En años anteriores he escrito un par de relatos sobre la muerte del poeta, me he ocupado de su pensamiento político, de los garcilasianos poemas tras la muerte de Leonor, de las reflexiones de su Juan de Mairena…

Este año le dedico un poema, sin duda muy por debajo de lo que el poeta sevillano universal se merece. Un soneto que he perpetrado, con más voluntad que acierto, pero que refleja mi admiración y mi constante búsqueda (y su consecuente hallazgo) de elementos trascendentes en los textos machadianos. Hubiera querido obtener un soneto más perfecto, pero mis habilidades poéticas son limitadas (… la gracia que no quiso darme el cielo, diría Cervantes). Con todo, os ofrezco mi limitado homenaje a don Antonio:

 

Te leo y te releo, buen Machado,

mañana, tarde, noche y mediodía.

Me baña el mar de tu melancolía,

tu claro pensamiento reposado.

 

Espejo en que me siento reflejado

es el fluir de tu filosofía,

el buen ejemplo de tu bonhomía,

paradigma del hombre siempre honrado.

 

Eres brújula, luz y esa espadaña

que guían a mis ojos fatigados.

Eres modelo fértil de esta España

 

que se desangra siempre entre dos lados:

el negro del engaño y la patraña

y el de los españoles despojados.

 

Y como no doy para más, sólo deciros que “me debéis cuanto escribo”, sea bueno o sea malo. O tal vez sea yo el que esté en deuda con vosotros por seguir mi blog.

 

Alberto Granados

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