LA VEGA DE GRANADA Y LAS FOTOVOLTAICAS» por José Enrique Granados
Reproducimos a continuación el artículo de opinión publicado el pasado 1 de mayo en IDEAL por Javier Navarro Gómez-Menor y Antolino Gallego Molina, ingeniero de montes y catedrático de Física Aplicada de la Universidad de Granada, respectivamente. En él tratan de poner cordura ante el desatino que supone la implantación en la Vega de Granada de enormes plantas fotovoltáicas.
«Todos sabemos que a escala planetaria la cuenca mediterránea es una de las más afectadas por el calentamiento global. En Granada y su entorno lo estamos sufriendo todos los ciudadanos con sequías y temperaturas muy altas durante periodos más prolongados, incluso en pleno invierno.
Ante este problema, la producción de energías renovables, solar y eólica, se ha mostrado como una importante medida para luchar contra el calentamiento global. En los últimos meses estamos asistiendo estupefactos a la aparición de una vorágine de proyectos de macro-plantas solares en la cuenca media del Genil, que nos afectará a todos.
El clima de las ciudades y pueblos de la cuenca media del Genil, además de por su situación geográfica y por la circulación general atmosférica, está muy influenciado por la Sierra y la Vega. La primera está ampliamente protegida, pero la Vega, está completamente en peligro, y con ella, nuestra calidad de vida.
La Vega de Granada, aparte de la importante función beneficiosa de amortiguación local del calentamiento global para todos los ciudadanos, tiene un enorme potencial de absorción de emisiones de carbono con actividades tradicionales, algunas de las cuales tienen un enorme potencial para que este carbono quede retenido durante siglos en productos derivados. Sin ir más lejos, el chopo, por una parte, absorbe carbono cuando crece, y por otra, si se usa en las viviendas y construcciones, ayudará a reducir las emisiones de este sector. Pero además las choperas depuran las aguas, su riego recarga los acuíferos, conservan los suelos, amortiguan las temperaturas, son refugio de biodiversidad, nos proporcionan salud, bienestar físico y mental y paisaje. Lo mismo podemos decir de olivares, cultivos de secano y regadío, huertos, bosques galería, etc. Los cultivos de la Vega, además de mantener empleos locales, nos provisionan de comida de proximidad, con todas las ventajas que esto conlleva.
Por el contrario, la instalación masiva de plantas solares (que son valladas) y sus líneas de evacuación de energía, una vez instaladas apenas darán puestos de trabajo, destruyen el suelo fértil que tarda miles de años en formarse, impiden cualquier atisbo de biodiversidad, destrozan el paisaje (importante para el turismo), aumentan la insolación y las temperaturas máximas que sufrimos, y por tanto contribuirán al conocido efecto isla de calor agravado por nuestra posición orográfica.
En la lucha contra el cambio climático hay que actuar con inteligencia. Y destruir un ecosistema terrestre que actúa como gran sumidero de carbono, como es el de la Cuenca del Genil, con grandes beneficios ambientales, con la excusa de poner placas solares que evitan emisiones de carbono, sacrificando a su población, es cuanto menos una acción de nula lógica científica.
Entendemos la utilidad pública de muchas actividades impulsadas por los diferentes gobiernos, cuando se expropian terrenos para el beneficio común como una autovía o carretera, una depuradora de aguas residuales. No es fácil entender la expropiación de terrenos a agricultores que quieren seguir cultivando sus tierras, cuando esa expropiación no es para uso común, sino para unas empresas que se compran y se venden dentro de la economía del mercado y que lo que persiguen es producir energía para exportarla a otros países. El agricultor recibe un puñado de euros, es cierto, pero le quitan su actividad y su modo de vida. ¿es justo que esto se haga contra su voluntad, cuando no hay un uso o beneficio común? ¿No se estará aplicando esta ley de una manera abusiva? Incluso, ¿es razonable que un propietario de tierras reciba ahora una buena cantidad de dinero por no hacer nada, pero que con ello hipoteque el futuro de sus hijos y del territorio de todos?
Entendemos que determinados ayuntamientos vean en estas instalaciones un alivio para sus arcas públicas, con los ingresos que les reportan los beneficios del inicio de la actividad. Pero nuestros representantes públicos tienen la obligación de no hipotecar nuestro futuro ni el de nuestros hijos. Y les preguntamos:
¿Se han parado a pensar señores y señoras representantes públicos como será el futuro de los pueblos del entorno de la cuenca del Genil dentro de 25 años cuando las placas estén agotadas porque se haya inventado otra tecnología energética, como por ejemplo el hidrógeno natural bajo tierra?: campos llenos de chatarra que nadie recogerá, pero que seguirán reflejando el calor y haciéndonos la vida insoportable, pueblos inhabitables, suelos yermos, improductivos e irrecuperables que no absorben las radiaciones, biodiversidad perdida, paisajes muertos, la actividad agraria y su cultura olvidada.
¿qué será de nosotros?
¿de dónde obtendrán entonces los ingresos esos ayuntamientos? 25 años pasan muy rápido.
¿Realmente nos hemos puesto a pensar en este futuro que le espera a Granada, a los pueblos de su entorno y a su Vega?
¿no estaremos preparando un escenario real y perfecto para rodar una película de Mad Max?
Por favor, ¡paren esta locura!»
En la fotografía paisaje de la vega de Francisco Carreño.