23 noviembre 2024

«El siglo XI en primera persona»

Reproducimos a continuación un extracto del libro titulado “El siglo XI en primera persona, las memorias de ABD ALLAH, último rey ziri de Granada, destronado por los almorávides (1090)”, traducción de E. Levi-Provençal y Emilio García Gómez.

Capítulo II

9 Establecimiento de los Ziries en Elvira  a petición de sus habitantes.

Cuando vieron los señores de Sinhaya y de los Banu Ziri que cada emir había creado un feudo personal en el país, y que ellos no gozaban ya del prestigio e influencia de antaño, se resolvieron a emigrar de Al-Andalus y pasar a Berbería, de regreso a sus antiguas moradas.

Pusiéndose de acuerdo sobre ello, después de muchos sucesos, que sería prólijo referir, y de ocurrir no pocos desórdenes, que tampoco citaremos por completo, dado que nuestro propósito es hablar particularmente de nuestra dinastía, si bien por fuerza habrá que hacer algunas indicaciones sobre las restantes, cuando parezca necesario.

La ciudad de Elvira, situada en una llanura, se hallaba poblada por sus gentes que no podían sufrirse unas a otras, hasta el punto que había persona que se hacía construir delante de su casa un oratorio y unos baños para no tropezarse con su vecino. Por un lado, no querían someterse a nadie ni acatar las decisiones de un gobernador; pero, de otra parte, eran las gentes más cobardes del mundo, y temían por la suerte de su ciudad, ya que eran incapaces de hacer la guerra a nadie, aunque fuese a las moscas, de no ser asistidos por milicias (extranjeras) que los protegieran y defendieran.

Viendo los conflictos que habían surgido entre los principados de Al-Andalus, así como el fuego que los deviraba, y temiendo ser víctimas de algún golpe de mano, enviaron al mencionado Zawi mensajeros que le expusiesen la crítica situación en que se hallaban con estos términos:
“si antes de hoy vinísteis para hacer la guerra santa, nunca tendréis mejor ocasión que ésta de ahora, pues no os faltan almas que devolver a la vida, casa que defender y honra que ganar. Dispuestos estamos a asociarnos a vosotros con nuestras personas y bienes, de tal suerte, que nosotros podremos el dinero y la residencia, a cambio de que nos protejáis y defendáis”.

Los beréberes Sinhaya aceptaron la proposición, satisfechos de tal deferencia y contentos de apoderarse de esta ciudad mejor que de ninguna otra, viendo además que la oferta no podía encerrar engaño, ya que los habitantes de Elvira estaban sumamente desunidos, y que les ofrecían el poder sin tener ellos grupos étnicos o familiares de quienes fuese de temer coalición hostil.
En consecuencia, una vez reunidos, y tras de habérseles incorporado todos los que tenían ascendencia bereber, se encaminaron a Elvira y acamparon en su llanura.

Los habitantes les hicieron regalos y donativos en dinero, que les devolvieron un cierto desahogo de vida, y les ofrecieron su más sincero concurso, del mejor grado y sin asomo de mala voluntad.

Por otro lado, a su llamada respondieron también no poca parte de los castillos de la región, como Jaén y sus distritos, e Iznájar, por el Oeste.
Una vez que se les sometio el territorio, los Ziríes se pusieron de acuerdo en repartírselo, echándolo a la suerte, como los beréberes tenían por costumbre, para que ninguno sintiese envidia de la parte que había tocado a su hermano. En este reparto Elvira correspondio a Zawi, e Iznajar y Jaén entraron en el lote de su sobrino y bisabuelo mío Habus (¡Dios tenga misericordia de
ellos!).

Quedaron concertados para que, en caso de que el enemigo atacase el territorio de uno de ellos, todos los demás le asistieran personalmente y con sus hombres.

10 Reacción en Al-Andalus ante la creación del Estado ziri. Fundación de Granada.

Cuando los rebeldes de Al-Andalus tuvieron noticia de estos hechos, se desazonaron y pusieron en guardia, no fuera a ser que, reforzado el poderío de los bereberes, cuya animosidad e intelegencia conocían de sobra, viniésen a atacarlos y a apoderarse de sus tierras. Llenos de disgusto por verlos instalados en aquel territorio y movidos del odio que profesaban a su casta, se concertaron para pasar a la ofensiva e ir a atacarlos con sus tropas, para lo cual se dieron por jefe a un individuo, al que llamaron Al-Murtada, que pretendía ser de linaje qurasi, pensando que, con proclamarlo Califa, el grueso de las gentes se regocijaría y que en él recaería de nuevo la autoridad general.

Este ejército de los atacantes vino a acampar cerca de los dominios ziries.

Algo antes, sabedores los Ziries de que el enemigoreclutaba tropas y las concentraba para venir a atacarlos, reunieron a los habitantes de Elvira y les dijeron:
“Nosotros no hemos venido para ser causa de la ruina de vuestra tierra, ni nos hemos instalado en ella por la fuerza. Si vinimos, fue por nuestra libre elección. Ahora se encaminan estas bandas a atacarnos. Si estamos seguros de vuestra lealtad os defenderemos; pero, si no ha de ser así, avisádnoslo, y nos iremos de aquí en los mejores términos, ya que no han de faltarnos bienes que conquistar con nuestras espadas”.

Los habitantes de Elvira les respondieron: “Mantenéos en vuestro propósito de combatir al enemigo, defendiéndoos y defendiéndonos, porque nosotros somos vuestros súbditos obedientes y nos fiamos de vuestras cortantes espadas”.

Entonces Zawi ibn Ziri les añadió: “Si tal es vuestra opinión, lo mejor que podemos hacer es abandonar esta ciudad y elegir para instalarlos, cerca de ella, un lugar mejor fortificado, en el que podamos refugiarnos con nuestras familias y nuestros bienes, porque la guerra tiene muchas alternativas, y se puede vencer o ser vencido, y ser tenido en este caso por incapaz”.

Los habitantes de Elvira oyeron con agrado estas palabras, que aumentaron a sus ojos el prestigio de los Ziríes, y, por decisión unánime, se resolvieron a escoger para su nueva instalación una altura que dominase el territorio y una posición estratégica de cierta elevación en la que construir sus casas y a la que trasladarse todos, hasta el último; posición que la harían su capital y en cuyo
interés demolerían la mencionada ciudad de Elvira.

Y contemplaron una hermosa llanura, llena de arroyos y de arboledas, que, como todo el terreno circundante, está regada por el río Geníl, que baja de Sierra Nevada. Contemplaron asimismo el monte en el que hoy se asienta la ciudad de Granada, y comprendieron que era el centro de toda la comarca, ya que tenía delante la Vega, a ambos lados los términos de Al-Zawiya y de Al-
Sath, y detrás el distrito del Monte.

El lugar les encantó, porque vieron que reunía todas las ventajas, y se dieron cuenta de que estaba en el punto central de una región muy rica y en medio de sus focos de población, y de que, si su enemigo venía a atacarlo, no podría ponerle sitio, ni impedir en modo alguno que sus habitantes se aprovisionasen, dentro y fuera, de todos los víveres necesarios. En consecuencia, y en tanto Elvira quedaba arruinada, comenzaron a edificar en aquel sitio.

Cada uno de los hombres del grupo, lo mismo andaluz que beréber, procedió a levantar allí su casa.

Artículo editado por Corporación de Medios de Andalucía y el Ayuntamiento de Atarfe, coordinado por José Enrique Granados y tiene por nombre «Atarfe en el papel»