21 septiembre 2024

La réentrée veraniega se va volviendo previsible.

Una se va de vacaciones con esperanza y regresa con la contumaz realidad de que Pedro Sánchez está dinamitando el prestigio del PSOE reconvertido en sanchismo, en ese culto al amado líder que se ha visto fortalecido con la vergonzosa actitud de diferentes mandamases en estas semanas en las que el jefe ha estado de vacaciones. Porque hasta Pedro, en su soberbia desmedida, necesita un descanso de sí mismo, que eso de ser sublime sin interrupción tiene que resultar complicado aunque tenga uno a medio partido tocándole las palmas, mientras una mayoría de disidentes callan, entre desorientados y aturdidos.

Y cuando hablo de palmeros me refiero a Espadas o Montero, esta vicepresidenta que nunca nos hemos merecido y que anda por las tierras de España, olvidado cualquier pudor que acaso alguna vez tuviera, repitiendo que la financiación singular pactada con ERC para que Illa gobierne en Cataluña no es lo que parece. Porque lo que parece, es decir, un concierto fiscal especial, puede mandar a la izquierda a la bancada de la oposición, al rincón de pensar, hasta que todos los miembros del actual Consejo de Ministros sean un neblinoso recuerdo anclado en el tiempo.

Cansado de eufemismos enmascaradores lo ha explicado con las palabras justas el  responsable de la diplomacia europea, Josep Borrell (nadie olvide que fue uno de los grandes apoyos de Sánchez); el ex ministro ha dado las claves a las que se han sumado el asturiano  Barbón, toda la ejecutiva de Aragón,  Virgilio Zapatero  o al Maquiavelo jubilado que es Alfonso Guerra, por dar nombres de socialistas muy diversos que no suelen compartir posicionamientos internos; pero no sirven, porque resulta que, cualquiera que no asuma como propias las consignas del núcleo duro del  actual Secretario General es sospechoso de ser un desestabilizador del gobierno o de ir contra los intereses del país. Como si los intereses de los casi cincuenta millones de españolitos pudieran casar, de alguna manera, con esta forma inconcebible de romper la equidad, la solidaridad entre autonomías que ha hecho viable la convivencia y el equilibrio.

Da igual que los especialistas les hayan dicho también que eso no es avanzar hacia un Estado federal; cuando se trata de Sánchez, las definiciones las marca él. Y si desde la Real Academia Española tienen alguna objeción, que se aguanten, porque la lengua se adapta a lo que ordena el señorito de la Moncloa en cada momento.

Si ya aceptamos  cuando Rajoy aquello de “indemnizaciones en diferido” (referido a Bárcenas), el “recargo temporal de solidaridad” (por subida vergonzante del IVA) o  ese sintagma providencial que es “movilidad exterior” utilizado por la otrora ministra  pepera Báñez para referirse a que los jóvenes tenían que emigrar ante la inestabilidad del empleo, habrán pensado que tampoco vamos a ponerle pegas a este  nuevo rebrote verde de creatividad lingüística partidista que parece esencial para no perder el puñado de votos que los mantiene en el poder. Precariamente y a cambio de dañar la imagen de un partido con 145 años de historia, sí, pero eso a Sánchez ya digo que le es indiferente. Si no lo frena nadie desde dentro, lo suyo es llevar a su gente y a la nación entera al precipicio, con la mirada fija en el abismo, golpe electoral tras golpe. Paulatinamente. Hasta la derrota final.

FOTO: https://www.eltriangle.eu/es/2024/07/12

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