22 octubre 2024

Nevenka no es un caso, por mucho que se repita estas semanas; es algo infinitamente más grave, el paradigma del modo de proceder en España de una clase de individuos chulos y poderosos que se creían con derecho a hostigar y a acosar sexualmente a las mujeres desde su condición de hombres -muy hombres, se consideraban ellos- en una posición de prevalencia.  

Porque el alcalde, el director de una empresa o el catedrático de turno con manos largas y verbo fácil (pongamos por caso) fueron, durante demasiado tiempo, una suerte de dioses con pies de barro a los que se le podían perdonar estos -hipotéticos- pecadillos veniales. Cuando la cosa era cuestión de faldas no había consecuencias más allá de laminar a la mujer que había roto el silencio obligado. Ese fue el teórico error de Nevenka: terminar su relación sentimental con el alcalde ponferradino Ismael Álvarez y pensar que no habría consecuencias y que podría seguir siendo la concejal de economía con normalidad. Que la vida seguiría civilizadamente. Pero es que la vida no siguió, lo que siguió fue el infierno desatado, una caza imparable a la bruja que, además, era demasiado joven, demasiado inteligente (economista brillante con 26 años) y demasiado bella para su bien. Lo que sucedió revela un patrón de comportamiento que ha sido secularmente asumido como válido y, por tanto, tolerado por la sociedad convirtiendo a las víctimas en culpables y a los verdugos en personajes merecedores de una palmadita por machotes. Baste recordar la manifestación de apoyo a Álvarez siendo ya un acosador condenado; frente a esto, el rechazo frontal que obligó a Nevenka a abandonar España, a pesar de haber demostrado fehacientemente con testigos y pruebas periciales la verdad de unos hechos execrables que le provocaron una depresión severa y constantes crisis de ansiedad.

La verdad no la salvó; a la masa social, a la mayoría de españolitos y españolitas, les fue indiferente su sufrimiento, su dignidad de mujer vulnerada y su dolor frente al engominado varón-dandi del lugar. El peso de la culpa cayó sobre una chica frágil que, únicamente, se defendió por las vías legales del otrora poderoso Álvarez, entonces uno de los pesos pesados del PP castellanoleonés (al que después traicionó también, por cierto). Dio igual: el tipo se marchó entre aplausos y retornó años más tarde a la gestión pública sin ningún reproche. Actualmente ejerce de empresario perdonavidas y padre de familia en ese mismo municipio mientras que, Nevenka Fernández, alta directiva de una empresa en Dublín, ha regresado exclusivamente para presenciar el estreno de la película que retrata su lucha y su desamparo, aquel abismo para una mujer sola frente al mundo, únicamente con la sinceridad en la mano. No pretende ser una heroína, aunque claramente lo fue poniendo el foco en que no sólo en los trabajos poco cualificados se producían estas tragedias. Y, reitero: se prefería mirar para otro lado.  Incluso, en ocasiones, sigue sucediendo hoy. Porque habrá quien piense que tenemos mecanismos jurídicos rotundos para atajar el machismo recalcitrante (también para desenmascarar las perfidias); pero no es cierto: en 2023 las cifras indican que, en España, casi 1,4 millones de mujeres sufrieron acoso sexual en su trabajo y sólo una minoría lo denunció. Es la evidencia de que queda mucho por hacer, muchas mujeres que proteger de la impunidad repugnante de villanos sin alma.

FOTO:https://www.divinity.es