«DEMASIADO RUIDO» por «Remedios Sánchez
Llega diciembre y la vida se acelera porque aquí todo el mundo confía en que con el fin de año, van a acabarse sus problemas. Particularmente una parte de la clase política, que quiere acabar con los rivales y con los compañeros de partido (léase enemigos) simultáneamente antes de comerse los turrones.
Lo cual que estas últimas semanas estamos asistiendo en este circo de tres pistas a una desmedida algarabía de noticias lamentables superpuestas unas a otras vertiginosamente, sin posibilidad de asimilarlas ni de distinguir la verdad de las manipulaciones. La riña, la perenne confrontación, se ha aposentado en los despachos enmoquetados adonde va a ser difícil que llegue el espíritu navideño.
La tensión semanal en el Congreso de los Diputados o en el Senado nos da la dimensión del problema: se ha perdido la capacidad de diálogo, de negociación, y aquí andan muchos con la albaceteña preparada para pegarle un tajo al primero que se le acerque, aunque sea con carácter preventivo. En esta guerra de todos contra todos, de reyertas fratricidas, de ausencia de sentido de Estado, da igual que el afectado pertenezca al partido rival o al propio.
Valgan como muestras lo que ha pasado con el affaire Lobato -tan peregrinamente surrealista- o con Ribera, cuyo nombramiento como Vicepresidenta europea intentó bloquear el núcleo duro del PP de Núñez Feijóo aún sabiendo que suponía darle una patada en la espinilla a España y a su propia ideología en beneficio de los ultras. Por eso, evidentemente, los populares europeos no lo han permitido y dejan a los pies de los caballos al líder pepero y a quienes han votado su consigna en Bruselas. La estrategia es tan burda que, a la par que da oxígeno a Sánchez, evidencia aún más las responsabilidades que el valenciano Mazón, con su incapacidad manifiesta, no ha sabido afrontar. Ni, al principio, cuando se podrían haber salvado vidas tomando decisiones a tiempo; ni, después, eligiendo las empresas de la reconstrucción, porque a nadie medianamente centrado se le hubiera pasado por el magín escoger a entidades condenadas por corrupción en causas ya conocidas como Taula o Gürtel.
El president ha creído que poniendo un militar en su equipo remozado estaba todo hecho; y no funciona la cosa así, ni esto desdibuja que haya aprovechado un momento de desdicha para eliminar el límite salarial de los sueldos con la excusa de “captar talento” en tiempos de crisis. Si la respuesta a la ineptitud sistémica es subir el sueldo a quien cumpla con su obligación, lo primero sería, digo yo, despedir a la multitud de saltabalates que pululan fantasmagóricamente por todas las administraciones. Resumiendo, que sobran palmeros y falta gente tomándose en serio eso de servir al ciudadano, de trabajar eficaz y lealmente por el bien común. Y de fondo de tantas actuaciones sin sentido, este ruido mediático atronador que impide serenarse y entender la gravedad del momento que vivimos, la realidad compleja de la confusa división de poderes actual. Esto tan angustioso para la gente se ha normalizado con unos mandamases atrabiliarios a los que les falta prudencia, modales para relacionarse y serenidad de ánimo para diseñar medidas y políticas que trasciendan sus intereses particulares de eternizarse en los cargos. Son tan torpes que creen que el tacticismo y la malicia pueden salvaguardarlos de que percibamos que su pecado capital es la soberbia.