22 diciembre 2024

«LA PELÍCULA DE JUAN ESPADAS» por Remedios Sánchez

La muerte política de Juan Espadas no es una cosa de este congreso federal que se ha celebrado en Sevilla hace unos días, ni tampoco de los últimos meses. Juan Espadas ha venido siendo un difunto político desde que creyó que el PSOE andaluz era un cortijo y que, como nuevo señorito del mismo, podía hacer y deshacer, poner y quitar en la federación socialista más importante del país.  Y es así que erradicó, como si fuera mala hierba, a cualquiera que hubiera apoyado a Susana Díaz, quien, curiosamente, también fue su gran protectora política para ganar la alcaldía de Sevilla. Es decir, que en vez de unir sensibilidades en torno a su figura, lo que ha venido haciendo ha sido dinamitar puentes.  La política, como una de las bellas artes, se parece cada vez más a la literatura en estos gestos vergonzantes por pueriles.

En una ocasión le dijeron a Borges que un escritor paisano había manifestado un intenso odio por él. “Eso es imposible – afirmó serenamente el argentino- porque yo a ese nunca le he hecho ningún favor”. Es decir, que como los favores se pagan siempre, Espadas fulmina a cualquiera que le recuerde la sonrisa de Susana, el carisma de Susana o hasta la habilidad de Susana para meter la pata y salir airosa. Desde aquel junio de 2021 en que, con el apoyo de Ferraz, don Juan se convirtió en el legítimo mandamás andaluz del socialismo regional, la consigna, en vez de conformar una batería de propuestas frente al gobierno de Moreno Bonilla, fue aniquilar a cualquier precio a Díaz. Resulta muy llamativo que la ejecutiva espadista persevere en responsabilizar a la trianera hasta de ser el toro que mató a Manolete en una persecución cargada de odios y desprecios como nunca se había visto. Y claro, con ese grado de descomposición interna, de falta de respeto a los tuyos, es muy difícil tener una mínima credibilidad para confrontar ideas con un partido cohesionado exteriormente como es el PP.

Resultado, que Juan Espadas cosechó en 2022 la mayor derrota electoral vista en estas tierras: 30 parlamentarios frente a los 56 de Juanma Moreno. Pero el realismo mágico del cuento reside en que logró que calara que la culpable era la rubia (siempre hay que echar mano de una rubia, a ser posible mujer, a la que responsabilizar). Ahí reside su mérito principal: en la contradicción de tratar de dar muerte política a Díaz revitalizándola en cada intervención. Para observadores externos, la cosa tiene mucho de freudiana, con su reborde machista y su carga de frustración perpetua. Para ellos, es su cotidianeidad. Pero el problema esencial de Espadas nunca ha sido Susana, sino él mismo: su ausencia de carisma, su discurso ambivalente y su desconexión con las preocupaciones de los andaluces. No se puede estar con un ojo mirando a Ferraz y con el otro al Palacio de las Cinco Llagas sin quedarse bizco. Lo que resulta sorprendente es que no perciba que, desde el punto en el que están al desastre absoluto, hay un paso corto y las sucesivas encuestas -todas, Juan, todas- lo vaticinan. Por eso esto no es una película; es un sainete tragicómico en el que las bases del PSOE-A se parecen sospechosamente a Lola Flores suplicando a su ejecutiva regional aquello de “Si me queréis, irse”.