Desde hace unas horas, la alcaldía de Granada está en manos de don Luis Salvador García, hasta el sábado concejal del ayuntamiento por Ciudadanos. La vara de primer edil le ha llegado tras un pacto con el PP local y el apoyo de Vox.

Ese pacto reparte la alcaldía de nuestra ciudad en dos períodos, de tal forma que el nuevo alcalde lo será durante los próximos dos años y después cederá el bastón a don Sebastián Pérez, del PP. Sería uno más de los desvergonzados chalaneos a que nuestra clase política nos tiene acostumbrados si no se diera un circunstancia excepcional: el nuevo y provisional alcalde ha sido compañero de militancia en el PSOE hasta 2013, año en que de la noche a la mañana se pasó a Ciudadanos, aparentemente sin más motivo que el de no haber salido propuesto en lista alguna para seguir en sus cargos.

Luis Salvador y Sebastián Pérez en plena muestra de respeto a la soberanía popular.

Luis Salvador y Sebastián Pérez en plena muestra de respeto a la soberanía popular.

        Si se repasa su currículo, se comprobará que fue diputado y senador socialista e intentó establecer una corriente interna (mayo de 2013) en el partido que, sobre el papel, pretendía renovar las estructuras y abrir estas a la crítica de sus desfallecidos militantes. Fui invitado a integrarme en esta corriente, llamada Socialismo & Ciudadanía, algo que decliné porque siempre me pareció que en realidad, tras la vana palabrería, se ocultaba la ambición desmedida de mi entonces compañero Luis. Socialismo & Ciudadanía, me pareció un mero intento de asentarse irrevocablemente dentro del partido y asegurarse un puesto lo más vitalicio posible. Tiró de algunos nombres que han aparecido en listas del partido de Albert Rivera, y que ahora reniegan de su pasada militancia, de su izquierdismo, de su biografía insoslayable.

        Conste que los postulados de aquel manifiesto presentado en Segovia no me parecieron mal, porque el PSOE ya estaba por entonces bastante alejado de la democracia interna que debe reinar en un partido que se dice de izquierdas. De hecho, yo me salí poco después. Pero yo, que jamás he tenido la menor ambición política hice lo que entiendo más honesto: irme a mi casa y, sin perder mis ideales socialistas, esperar tiempos mejores. Esa fue mi opción, tan distinta a la del nuevo alcalde, que de la noche a la mañana se cambió la chaqueta, comprobando fehacientemente el hecho de que no se contaba con él en el PSOE provincial y que su fulgor socialista había declinado para siempre.

       

        Ya por entonces, lo dije en un hilo de Facebook: lo decente es que un militante decepcionado se quede en su casa, intente pasar desapercibido y no practique ningún tipo de obstrucción al partido en el que has estado militando y ejerciendo cargos. Pero él y yo debemos de ser muy distintos, pues una noche se acostó siendo socialista y se levantó siendo parte importante de Ciudadanos. Lo dije entonces: o no era tan buen socialista por la noche o no era tan buen ciudadano por la mañana.

        Y tras las elecciones del pasado mayo, don Luis Salvador, que ha obtenido tres brillantísimos concejales, se considera moralmente autorizado a desalojar a Paco Cuenca (ex-compañero común del PSOE, hombre afable y que se ha multiplicado para gobernar Granada decentemente) de la alcaldía, pactando con el PP y con Vox, esa moda que me molesta que se llame pacto a la andaluza, porque ya es enteramente nacional.

        PP y Ciudadanos, que llevan mucho tiempo quejándose de que los problemas de Granada se resuelvan en Madrid o Sevilla, olvidan sus discursos añejos y resuelven desde Sevilla y Madrid el gobierno municipal granadino en sintonía con la nueva Junta de Andalucía y en contradicción con los resultados de lo que los granadinos expresamos en las urnas (Paco Cuenca, del PSOE, obtuvo el mayor número de votos y de concejalías -10 de las 27 disponibles-, realidad esta que parece ser secundaria para los nuevos munícipes).

        Veremos qué nos depara el futuro. La política española está llegando a unos niveles de deterioro que ya asustan (la presencia de Vox en las instituciones me parece una vergüenza inadmisible). Por lo pronto, nuestro Luis Salvador, con su aire de Havard y sus buenos modales de señorito cacique, ejerce desde el sábado como alcalde, que parece ser lo que quería. Otra cosa es que se le pueda considerar legitimado o no. Su pasado socialista, sus compromisos morales con su biografía, su actitud de ahora y su ambición desmedida me lo deslegitiman, pero yo es que soy muy raro.

        En estos dos años de venalidad, se va a tragar más de un sapo, se va a cruzar con miradas de gente que, al igual que yo, se considera traicionado por su pragmatismo indecente. Dos años de alcalde: ese ha sido el precio de este judas con el que he compartido asambleas, expectativas, noches electorales, etc. Y como el camino de los tránsfugas no tiene marcha atrás, cuando caiga dentro de Ciudadanos, siempre le quedará la posibilidad del PP, de Falange o Vox. Tiene estómago para eso y para más. Con su despreciable pan se lo coma.

Alberto Granados

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