«Imágenes de Granada: El Cuarto Real de Santo Domingo» por Alberto Granados
Una inmensa parte de los granadinos no conocen el llamado Cuarto Real de Santo Domingo, ya que lleva cerrado bastantes años, pendiente de una rehabilitación que no terminaba nunca y que ha traído aparejada varios problemas. Al fin, se inaugura el próximo lunes y lo hace por todo lo alto: con una exposición del pintor-diseñador Juan Vida.
el 10 mayo, 2015 en Fotografía e imagen
Con mil transformaciones a lo largo de su historia, esta quinta de recreo de la época musulmana resulta extraña por su emplazamiento en la zona dominica del Realejo. Juan Velázquez de Echeverría escribía en su Paseos por Granada y sus contornos (1764) que “…era casa de recreación perteneciente no a algún particular, sino al Rey”, para añadir después la hipótesis de que “…lo tendrían tal vez para pasar ese santo mes (= Ramadán) o para retirarse a hacer alguna especie de penitencia o ejercicios en ciertos tiempos del año o cuando fervoroso el espíritu la dictare” (1). Se sabe que este antiguo palacio fue vendido, junto con una dilatada extensión de huertas, a los Reyes Católicos por la madre de Boabdil y que, finalmente, pasó a ser propiedad de la orden dominica, que empezó a llamar a la qubba (salón regio) con la denominación de Cuarto Real. En la actualidad, sólo quedan unos jardines, el palacete y, dentro de este, la magnífica estancia real.
Este notable edificio ha permanecido cerrado al público más de dos décadas y sólo ahora será visible para el público, tras una actuación que se ha llevado una elevadísima suma, más de dos décadas y un pleito entre los arquitectos y este montaraz ayuntamiento de nuestros pecados.
No me considero experto en cuestiones artísticas, pero la impresión que me llevé al visitar el Cuarto Real fue bastante desfavorable. Hace unas semanas, en la única jornada de puertas abiertas que se ha producido hasta ahora, aproveché para visitar el monumento. Tenía una vaga idea de un palacete decimonónico donde se albergaba la imponente qubba. Las referencias eran fotos dispersas halladas en la red. Lo que me encontré bien podría ser una estación de autobuses, un centro comercial o un aséptico tanatorio… si exceptuamos la mencionada qubba, en la que hay que quitarse el sombrero, aunque se note demasiado lo postizo de algunos elementos (puertas, gorroneras, exceso de mármol, una galería superior que podría estar en cualquier aeropuerto…). No conozco el proyecto, por lo que ignoro el efecto que los autores han pretendido producir. Sólo puedo hablar de la impresión que me produjo y de mi rechazo del conjunto, pero eso es cuestión de gusto personal.
Empezaré por ofrecer unas imágenes del decepcionante atrio, del que ya me ocupé en este blog, tal fue el negativo efecto que me produjo (aún en fase de obras).
Los accesos al palacete de la qubba.
A continuación, unas imágenes del mencionado palacete antes y después de la rehabilitación. La asepsia de esas fachadas me lo desautoriza: no me dice nada y tengo la sensación de que se trata de un proyecto fallido.
Los restos arqueológicos se han conservado y expuestos bajo el suelo de cristal. La tarde en que visité el monumento varios niños hacían el ganso correteando sobre los restos, como si se tratara de un parque público sin que sus padres parecieran preocuparse de educarlos.
La singular belleza de la qubba. Imposible ponerle el menor reparo.
Los jardines aún estaban a medio terminar el día en que los visité.
Hay otras dependencias, entre las que destaca una sala de audiovisuales y una galería superior que encontré francamente frías y desangeladas, algo impersonal en puro contraste con la grandeza de la qubba.
Y termino con unas vistas desde el conjunto: a la calle Ancha de la Virgen, a la Sierra en un atardecer impecable…
Se habla de que este monumento se incorporará a los seis que han configurado ese paquete turístico llamado “la dobla de oro” (Palacio de Dar-al-Horra, Casas moriscas de El Chapiz, de Horno de Oro, de Zafra, el Bañuelo y el Corral del Carbón). Al cambiar de gratuitos a régimen de pago me temo que los granadinos, de nacimiento o adopción, saldremos perdiendo una vez más. Pero ya estamos acostumbrados. Por lo menos, disfrutemos de este singular recinto y de la obra de Juan Vida, que ya vendrán tiempos (aun) peores.
Alberto Granados