7 frases que deberíamos decir a nuestros alumnos cada día
Si os pregunto qué maestro o profesor recordáis con mayor cariño, puede que lo tengáis claro (o no) pero no tardaréis en evocar momentos entrañables de la infancia. ¿Hacemos la prueba? Porque ese docente que viene a vuestra mente debía tener cualidades humanas o vocacionales que lo hacían brillar de forma especial.
Imaginad que lográsemos reunir en una larga lista los atributos que destacamos, cada uno de nosotros, de “nuestros profesores”. Estoy segura de que coincidiríamos en muchos: ¿vivía con gran pasión su vocación?, ¿escuchaba a sus alumnos?, ¿os hacía sentir únicos?, ¿os animaba y motivaba?, ¿despertaba vuestra ilusión por aprender?, etcétera.
Docentes, sois esto y más para vuestros alumnos, sois sus referentes. Pero me gustaría recordaros algo en lo que a veces no reparamos y realmente tiene un peso especial en nuestra relación con ellos: Hay frases que nos llenan el corazón y el alma, que nos invitan a crecer y a confiar en nosotros mismos. Hay palabras que alimentan nuestra autoestima, que nos regalan paz y felicidad; y todavía más si vienen dichas de la boca de nuestro profesor.
En este artículo quiero reclamar ese lenguaje que, por obvio, a veces no le damos el valor que tiene. ¿Os apuntáis?
Ilustración: Eneko
“Sé que sabrás hacerlo”
Algunas palabras tienen el poder de reconfortar y hacernos sentir capaces de cualquier cosa. Fortalecen nuestra confianza y nos animan a emprender proyectos nuevos. Este tipo de expresiones son importantísimas durante la infancia y la adolescencia, que es el momento en que se está forjando la personalidad. Necesitaréis haceros con un buen repertorio para la escuela: “Creo en ti”, “no dudo que lo conseguirás”, “lo vas a lograr”.
“¿Por qué no pruebas?”
Cuando hablamos desde el corazón y animamos a nuestros estudiantes a arriesgar, les llenamos de energía. Con nuestra actitud positiva y cercana; les recordamos que confiamos en ellos y, sobre todo, que tiene la capacidad para creer y crecer. Las experiencias que vivimos nos hacen ser la persona que somos y es así como se forja nuestra identidad.
Tomad nota de las siguientes expresiones, os serán útiles para retar a vuestros estudiantes: “¿Te atreves a probar?”, “¿y si lo intentamos juntos?”, “¿te animas a hacerlo?”
“Me encanta cómo eres, me encanta cómo haces esto”
Una parte importante en la construcción de la autoestima es la interacción con otras personas. Con el inicio de la escuela infantil, nuestros pequeños alumnos empiezan a relacionarse con otros niños de su edad y es bonito (y necesario) recordarles que cada uno de ellos es único y especial. ¡En la diferencia está el valor!
“¿Y si tratas de verlo de otra forma?”
Tendemos a ofuscarnos en nuestros propios pensamientos y nos resulta entonces difícil ver las cosas desde otro punto de vista. De tal manera que es genial disponer de alguien que nos empuje a pensar de distinta forma y que abra nuestra mente, ¿no os parece?
Creo que esta es una buena frase (en todas sus variantes) para que los alumnos se pongan en el lugar de otra persona y así conducirlos hacia un pensamiento más positivo y empático: “¿Crees que tu compañero Marcos pensaría igual?”, “¿mañana volverías a pensar lo mismo?”
“¡Cuánto te has esforzado!”
Todos necesitamos sentir que nuestros esfuerzos son reconocidos y no solo los logros que alcanzamos. Así es como la motivación recae en el camino y no únicamente en la meta final. Por eso, cuando destacamos con palabras bonitas la dedicación que nuestros alumnos han puesto en una tarea, fortalecemos esos comportamientos y actitudes positivas.
¿Queréis saber algunas expresiones que podéis emplear? “Te implicaste mucho en el trabajo de grupo”, “has trabajado duro en ello”,“puedes estar orgulloso, ¡cómo te has esforzado!”, etcétera.
“Sé que te sientes…”
Los niños necesitan aprender vocabulario emocional para entender lo que están sintiendo y poner voz a sus emociones. Solo así logran identificar sus sentimientos y compartirlos con nosotros. Desde la escuela, podemos acompañar esas emociones, es decir, podemos pronunciar en voz alta cómo creemos que se sienten para ayudarles: “Veo que estás muy feliz”, “veo que eso no te ha gustado”, “me parece que estás enfadado.”
“Me importa tu opinión, ¿qué piensas sobre esto?”
Cuando damos valor a las opiniones de nuestros estudiantes, estos se sienten reconfortados y satisfechos. Advierte en que sus pensamientos son importantes y que cada uno de nosotros tiene su propia forma de pensar. Esto se traduce en unos beneficios inmediatos en la convivencia en las aulas: nuestros alumnos se muestran más receptivos y tolerantes y receptivos, y se promueve el diálogo entre ellos.
Os animo a repetir a menudo las frases que os he compartido. Aunque simples, dichas de forma consciente y en el momento adecuado; consiguen generar actitudes muy positivas en nuestras aulas y sacan a relucir lo mejor que tenemos las personas, esas cualidades humanas únicas que nos hacen especiales.
Rocío López Valdepeñas es maestra especialista en innovación educativa y emprendimiento.