A DESBARRRAR SIN ESCRÚPULOS por Alberto Granados
No, señores de Vox y mariachis del PP y Ciudadanos, no tenemos tiempo, ni ganas, ni necesidad alguna de deseducar, de adoctrinar, como dicen ustedes con esa modernidad de ideas de la que hacen gala.
Tal vez nos haya tocado en (mala) suerte la derecha más sibilina de todo nuestro ámbito. Posiblemente, el franquismo creó un reflejo condicionado por el que en los momentos en que a la derecha se les escapa el poder de las manos les sale una especie de sarpullido moral que les pica: les parece inexplicable, de tan acostumbrados al mangoneo como Franco y su régimen los había acostumbrado, y necesitan defenderse recurriendo a cualquier estratagema, incluidas las menos éticas, por desbarradas y absurdas que pueda parecernos.
Pero la realidad es tozuda y contundente: Pedro Sánchez ha ganado dos elecciones seguidas y, al no encontrar el menor apoyo en el centro-derecha, ha formado un gobierno que posiblemente no nos guste a muchos, a demasiados. Pero unos aceptamos que Sánchez ha hecho lo que se le ha permitido mientras otros recurren a la más nauseabunda demagogia: este gobierno ha sido un golpe de estado, se va a destruir España, Sánchez se ha vendido a los separatistas… mensajes que tienen su público y que han calado y se han reproducido con esa irresponsabilidad con que las redes actúan.
La última argumentación que se ha puesto sobre el tapete es el descrédito de la escuela pública. Según Vox, somos una especie de brazo armado de las fuerzas diabólicas que nos dedicamos a adoctrinar a los infantes en ideología de género, a sugerirles a los angelitos que experimenten sus hormonas y sus cuerpos (¿es que hace falta siquiera sugerirle esto a un adolescente?), que se hagan homosexuales, que desobedezcan las ideas y principios de sus padres, etc.
Es decir, la escuela pública está para corromper a su alumnado, en tanto que la privada, arropada por su espíritu religioso, es la única que garantiza la integridad de la grey (lo de alumnado es secundario: grey, rebaño). Me parece una acusación tan repugnante como falta de conocimiento de la realidad. La escuela pública tiene ya un cúmulo más que suficiente de problemas como para que haya que darle un nuevo martillazo: desautorización del profesorado, dejadez de alumnos y padres-madres, precariedad de medios y plantillas, legislación errática, exceso de burocracia educativa, etc. Ya tenemos bastante con esta situación como para que Vox nos eche otra losa y PP junto a Ciudadanos los apoyen como imbéciles, sabiendo (si es que lo saben) qué mentalidad tienen los ultraderechistas.
Se me hace impensable que los compañeros, como grupo, se dediquen a adoctrinar en estos supuestos antivalores, cuando vamos siempre arrastrando la programación de cada grupo como buenamente podemos, hartos de ver que nuestro esfuerzo no surten los efectos deseados. No, señores de Vox y mariachis del PP y Ciudadanos, no tenemos tiempo, ni ganas, ni necesidad alguna de deseducar, de adoctrinar, como dicen ustedes con esa modernidad de ideas de la que hacen gala.
Pero reflexiono, diez años después de mi jubilación, y me doy cuenta de que yo sí que fui adoctrinado: los sindicatos franquista debían unir los intereses de obreros y empresarios; los españoles éramos un pueblo indisciplinado que necesitaba una autoridad suprema, visto que los partidos eran incapaces de gobernarnos dentro del orden conveniente; no fue un golpe de estado contra la República, sino una cruzada contra el comunismo; éramos el centro del universo cristiano (pese a los paseos y sacas de la postguerra, a los años del hambre, a las represalias…); los países extranjeros nos odiaban y bloqueaban, no porque fuéramos una penosa dictadura, sino por la envidia que suscitábamos por haber podido con el comunismo; el orden conseguido (el de las tapias del cementerio, el exilio, la censura, la falta de derechos y el miedo) era inigualable; los homosexuales eran delincuentes; la mujer era ante todo madre de españoles ejemplares, etc. etc. etc.). Esto sí fue adoctrinamiento, no el que se hable de sexualidad, de pluralidad, de libertad, en los centros educativos, algo que no tendríamos que hacer si los padres y madres se ocuparan más y mejor de educar a su prole.
Pero hay gente dispuesta a comulgar con ruedas de molino, con tal de perjudicar al gobierno, renunciando si hace falta a la más elemental idea lógica, al sentido crítico, al pensamiento libre. Me da miedo esta derecha. Mucho más miedo que el jardín en que se ha metido Pedro Sánchez. Me da miedo la facilidad con que PP y Ciudadanos asumen sin vergüenza alguna los postulados de los neofascistas. La desvergüenza de sus ataques y la debilidad de unos argumentos que, contra todo pronóstico, calan en la gente más de lo que parece. El único pin que yo pondría es el que combata la demagogia, la mentira, la falta de escrúpulos, el desbarre.
Tanto desear la democracia para volver al fascismo más hediondo a una edad en que las ilusiones se han ido malogrando y el futuro se acorta. Y además, se siente como una amenaza que muchos no quieren ver. Cuando la Historia hable de este período neofascista de España no podrá soslayar que quienes apoyaron y secundaron este desbarra ideológico fueron PP y Ciudadanos, la derecha que no sabe perder.
Alberto Granados
FOTO PORTADA: ELDIARIO.ES